Un equipo científico internacional ha encontrado una fuerte asociación entre la exposición reciente –en los cinco días previos— a contaminantes gaseosos y partículas y el peligro de padecer un accidente cerebrovascular. El metaanálisis revisó los datos de las patologías de más de 18 millones de personas procedentes de un centenar de estudios de tres continentes.
Este accidente cerebrovascular no mata las células nerviosas por toxicidad química, como se creía hasta ahora, sino por ondas eléctricas letales, según revela un estudio internacional con investigadores del CSIC. Estas ondas pueden ser una nueva diana terapéutica para tratar los ictus de forma más eficiente.
Investigadores del Instituto de Ciencias Fotónicas, en Barcelona, han desarrollado un dispositivo óptico portátil que permite monitorizar en tiempo real la evolución del accidente cerebrovascular, emitiendo una luz infrarroja no invasiva al cerebro del paciente para valorar sus niveles de oxígeno y flujo sanguíneo. De esta forma el médico determina de forma inmediata la eficacia de los tratamientos en los momentos más críticos.
Administrar ácido úrico a pacientes que han sufrido un accidente cerebrovascular, combinado con fármacos trombolíticos para disolver los coágulos de la sangre en las primeras horas, reduce las secuelas del ictus o infarto cerebral. Así lo ha demostrado el equipo del Dr. Angel Chamorro, director de la Unidad de Ictus del Hospital Clínic de Barcelona, en laInternational Stroke Conference de la American Stroke Association, celebrada el pasado 12 de febrero en San Diego (California). En un estudio realizado a 421 pacientes de diez hospitales españoles que habían sufrido un ictus agudo, casi el 40% de ellos estaba libre de secuelas a los tres meses del accidente, en comparación con el 33% de los pacientes tratados con placebo, es decir, que sólo habían recibido el tratamiento trombolítico habitual. Las mujeres, los pacientes con elevados niveles de glucosa y los que habían sufrido un ictus leve, respondieron mejor al nuevo tratamiento.
Las mujeres comparten con los hombres muchos de los riesgos que pueden acabar en un accidente cerebrovascular, pero además hay que añadir otros ocasionados por las hormonas, el embarazo y otras cuestiones relacionadas con el sexo, señala la neuróloga estadounidense Cheryl Bushnell. Esta experta es coautora de una guía para prevenir el ictus en mujeres, que se ha publicado en la revista Stroke.
El Proyecto Quick busca cómo optimizar el trato a los pacientes con sospecha de ictus con el objetivo de detectar posibles retrasos en su atención y corregirlos en una segunda fase. El programa, presentado esta semana en Madrid, se llevará a cabo en ocho centros hospitalarios públicos españoles e intentará minimizar al máximo sus secuelas.
Un nuevo procedimiento, basado en la reducción de los niveles de glutamato en la sangre mediante una diálisis peritoneal, consigue disminuir en animales los daños tras un accidente cerebrovascular, como el ictus. Estos episodios son una de las principales causas de muerte e incapacidad.
Se pueden controlar los objetos con el cerebro. Aunque parezca ciencia ficción, gracias a un método pionero, investigadores de la Universidad de Minnesota están convirtiendo esta quimera en una realidad. Los resultados pueden ser útiles para la recuperación de las personas con enfermedades neurodegenerativos.
Un equipo multidisciplinar del Instituto de Biomedicina de la Universidad de León (Ibiomed) ha descrito recientemente que los animales adultos jóvenes son más capaces de reaccionar ante un proceso de isquemia cerebral que los adultos viejos. Aunque se conoce que la isquemia cerebral es más habitual en personas mayores de 60 años y tiene relación con la hipertensión, aún no se han hallado las claves de estas diferencias entre animales jóvenes y viejos. La investigación demuestra que los individuos más jóvenes son tres veces más capaces de modificar la expresión de ciertos genes involucrados en el proceso.
En el contexto del 7º Programa Marco de la Unión Europea, el proyecto Integrated Homecare (IHC) pretende observar y analizar diferentes modelos europeos de atención integrada en pacientes de edad avanzada con tres de las enfermedades crónicas con una mayor incidencia en Europa (alrededor de un millón de nuevos casos anuales): el accidente cerebrovascular, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y la insuficiencia cardiaca.