Una investigación muestra cómo la mal llamada ‘hormona del placer’ contribuye al aprendizaje para evitar situaciones de las que ya se sabe que habrá malos resultados. Por eso, los autores advierten que las detoxificaciones de dopamina para frenar las adicciones a las redes sociales no son beneficiosas.
La dopamina es una de las hormonas de moda. Conocida como la ‘hormona del placer’, algunas de las ideas que se difunden desde la psicología mainstream se basan en, por ejemplo, que las redes sociales dan ‘chutes’ de dopamina con cada like o cada vídeo corto, algo que puede resultar adictivo. Por eso, se llama a evitar su exceso con detoxificaciones de esta sustancia para recuperar el control sobre estos comportamientos.
Pero desde hace unos años, la ciencia ha observado que ese título que solo asocia la dopamina a regular el placer se queda corto. En realidad, es un neurotransmisor esencial para el comportamiento cotidiano, por ejemplo, para la motivación y el aprendizaje. Y ahora, un estudio liderado por la Universidad de Northwestern, en Estados Unidos, muestra que también interviene en cómo se aprende a huir de malas experiencias.
Según los autores del trabajo, que se publica en la revista Current Biology, los niveles de esta sustancia varían en distintas partes del cerebro según se aprende a cómo reaccionar ante malas situaciones.
“La señalización de la dopamina desempeña un papel fundamental en el aprendizaje de las relaciones de causa y efecto de nuestro entorno”, señala a SINC Gabriela López, investigadora de la universidad norteamericana y primera autora del estudio. “Este aprendizaje lo usamos para tomar decisiones y adoptar comportamientos que nos lleven a obtener buenos resultados en una situación. Lo que demostramos es cómo la dopamina también interviene en la huida de las experiencias con malos resultados”. Es decir, esta sustancia ayuda a actualizar las expectativas y a modificar el comportamiento futuro cuando la ‘mala situación’ vuelve a aparecer.
En el estudio, el equipo científico entrenó a ratones para que respondieran a una señal de advertencia de cinco segundos, que precedía a un resultado desagradable. Si los ratones se movían al otro lado de la caja donde estaban, podían evitarlo. Mientras, los investigadores registraron la actividad de la dopamina en dos zonas del cerebro de los ratones, en el núcleo accumbens, donde se libera la dopamina e implicada en la motivación y el aprendizaje.
Lo que observaron fue que cada una de las zonas respondían de forma diferente en esta situación. En la región ventromedial, los niveles de dopamina aumentaban inicialmente en respuesta al acontecimiento desagradable en sí. Sin embargo, con el tiempo la respuesta se desvanecía a medida que los ratones aprendían a evitar la mala experiencia. En la parte nuclear, la dopamina disminuyó tanto para la mala experiencia como en la señal de advertencia. A medida que los ratones aprendían, los niveles bajaban aún más.
“Estas respuestas no solo son diferentes en su señal —en una zona, la dopamina sube ante algo malo y, en la otra, baja—, sino que también vimos que una señal es importante para el aprendizaje temprano, mientras que la otra lo es para el posterior”, dice en un comunicado Talia Lerner, también de la Universidad de Northwestern y otra de las autoras del trabajo.
Más tarde, los investigadores examinaron qué ocurría en los cerebros de los ratones cuando, una vez habían aprendido que eso era una mala experiencia, no podían evitarla. Así, observaron que los patrones de dopamina volvieron a su estado anterior al aprendizaje. “Esto demuestra que las señales de dopamina son flexibles, sensibles a las reglas de la tarea, y pueden ayudarnos a adaptarnos a los cambios del entorno”, afirma López.
Por eso, la investigadora subraya que la dopamina “no es ni buena ni mala”, ya que responde tanto a los positivos como a los negativos resultados de una experiencia. “La dopamina refuerza los comportamientos que conducen a cosas buenas, pero también nos ayuda a sintonizar con las señales que indican problemas, a aprender de las malas consecuencias y a adaptar continuamente nuestras estrategias en función de los resultados”, añade.
La dopamina ayuda a sintonizar con las señales que indican problemas, a aprender de las malas consecuencias y a adaptar continuamente nuestras estrategias en función de los resultados
Según los autores, la idea de “detoxificarse” de la dopamina “es demasiado simplista”. López señala que, aunque las redes sociales, como cualquier otro estímulo ambiental, pueden activar o inhibir nuestro sistema dopaminérgico en momentos específicos dependiendo de cómo se utilicen, no es exacto decir que el uso de las redes sociales cambie los niveles generales de dopamina en nuestro cerebro.
“La dopamina es una molécula importante para la vida cotidiana y la toma de decisiones, por lo que ‘desintoxicarla’ probablemente haría más mal que bien”, dice López. Por eso, la investigadora propone que la estrategia debe pasar por “ser conscientes de cómo las redes sociales están diseñadas para reforzar su propio uso manipulando las señales de dopamina, lo que puede llevarnos por un camino problemático si no se controla”.
Además, el estudio muestra cómo la evitación excesiva —un síntoma característico de múltiples afecciones psiquiátricas como la ansiedad, el trastorno obsesivo-compulsivo y la depresión— puede producirse a través de alteraciones en la función dopaminérgica. Esto puede conducir a una sobrestimación del peligro en el entorno y a una disminución de la calidad de vida, ya que el cerebro da prioridad a evitar determinadas experiencias. “Esperamos hacer un seguimiento de estos hallazgos de la investigación básica para abordar los problemas clínicos que afectan a los pacientes”, concluye López.
Referencia:
Gabriela López, Talia Lerner et al. “Region-specific nucleus accumbens dopamine signals encode distinct aspects of avoidance learning”. Current Biology (2025).