La explosión de la caza del rinoceronte en Sudáfrica ha convertido las autopsias de los animales abatidos en un arma fundamental para detener a los furtivos y penetrar en las mafias que trafican con el cuerno de esta especie.
"Se trata de recoger todas las pruebas posibles para conseguir una condena en los tribunales", dice a un grupo de periodistas el investigador forense Frikkie Rossouw, después de realizar la autopsia a uno de los últimos rinocerontes muertos a manos de los furtivos en el Parque Nacional de Kruger.