Hace unos 70.000 años, cuando la especie humana ya estaba sobre la Tierra, una pequeña estrella rojiza se aproximó a nuestro sistema solar y perturbó gravitatoriamente a cometas y asteroides. Astrónomos de la Universidad Complutense de Madrid han comprobado que el movimiento de algunos de estos objetos todavía está marcado por aquel encuentro estelar.