A primera vista, las aguas del lago Lemán, el más grande de Europa occidental, parecen inmaculadas, pero si se miran con un microscopio se descubre que acumulan cerca de 600 toneladas de microplásticos.
Según la asociación suiza OceanEye, cada año se vierten al lago 55 toneladas de plásticos contaminantes invisibles para el ojo humano, una cantidad equivalente al peso de setenta vacas suizas. Los neumáticos producen la mayoría de estas pequeñas partículas (30 toneladas), pero el resto de los microplásticos provienen de envases, textiles y materiales de construcción.
Suiza y Francia comparten 156 kilómetros de costa alrededor del Lemán, donde viven aproximadamente un millón de personas, repartidas en ciudades como Ginebra o Lausana y en decenas de pequeñas localidades que en verano aprovechan el lago como principal atractivo turístico y convierten sus orillas en playas lacustres.
La asociación no ha podido determinar si estos microplásticos también se encuentran en el agua potable que consumen a diario las familias que viven en la zona. OceanEye alerta que esta situación no es exclusiva del lago Lemán y puede ser mucho peor en otras partes del mundo donde las instalaciones de gestión de residuos son menos eficientes que en Suiza.