Espoleados por la promesa del presidente Kennedy de llegar a la Luna antes del final de la década, los Estados Unidos pisaban el acelerador en la carrera espacial para recuperar el terreno perdido con la Unión Soviética. Por ello, después de que los soviéticos completarán el primer paseo espacial el 18 de marzo de 1965 con el cosmonauta Alexei Leonov, los norteamericanos tardaron solo tres meses en lanzar su propia misión para cumplir este objetivo. La responsabilidad recayó en Edward H. White, que acompañado de James A. Mc Divitt, despegó de Cabo Cañaveral a bordo de la nave Gemini IV el 3 de junio de aquel año.
La misión no comenzó con buen pie, pues fracasó en su primer objetivo: completar el primer encuentro espacial entre una nave y una estación espacial, la de Titan II. El estrés y la fatiga acumulada por los astronautas forzaron a retrasar la salida. Cuando por fin se decidieron, la escotilla se negaba a abrirse. Afortunadamente, Mc Divitt pudo solucionar el problema y White pudo salir a dar el anhelado paseo.
Unido a la nave por un cable, el estadounidense se alejó cinco metros y comenzó a flotar por el espacio. Para maniobrar, utilizaba una pistola que lanzaba oxígeno presurizado. El proceso le resultó más fácil y fluido de lo que esperaba y llegó a disfrutar de la experiencia. Mientras tanto, su compañero le tomaba fotografías.
En el centro de control la situación era algo más tensa. El sistema de audio de White había sufrido un problema y sólo podían comunicarse con él a través de Mc Divitt. Además, la nave estaba a punto de abandonar la región iluminada por el Sol y entrar en la zona de oscuridad, por lo que le ordenaron que volviera adentro.
White intentó resistirse –con el pretexto de que había que tomar más imágenes– hasta que su compañero logró persuadirle. “Fue el momento más triste de mi vida”, aseguró posteriormente, recordando cuando se vio de nuevo dentro de la nave. Su paseo había durado 20 minutos.
Durante cuatro días, en los que dieron 66 vueltas a la órbita terrestre, los astronautas estuvieron a bordo de Gemini IV realizando otros experimentos. Aunque no llegaron –por un día– a batir el récord soviético de permanencia en el espacio, fue la primera misión estadounidense en aguantar más de 24 horas en el exterior.
La Luna estaba un poco más cerca.