La historia de la enfermería moderna no podría entenderse sin Florence Nightingale. Nacida en la ciudad con su mismo nombre, Florencia, residió en Inglaterra desde su infancia dónde consiguió demostrar que la falta de higiene en los hospitales influía en el número de defunciones. Además, creó la primera escuela laica de enfermería en 1860.
En sus inicios, Nightingale tenía como costumbre visitar el hospital y ayudar a los enfermos en sus propias casas. Sin embargo, el cambio definitivo que la llevó a innovar en la profesión fue su intervención en la guerra de Crimea, donde se encargó del cuidado de los soldados heridos. Hasta entonces, la enfermería no requería una obligada formación ni conocimientos sanitarios avanzados.
Tras el estudio de las condiciones de salubridad en este hospital, observó que las malas condiciones higiénicas aumentaban la proliferación de dolencias. La enfermera impuso entonces unas reglas básicas, como airear y limpiar a fondo todas las salas donde había enfermos, lavar a los pacientes o preparar comidas sanas, entre otras muchas directrices que hoy en día son imprescindibles.
Así consiguió mejorar la recuperación de los pacientes y logró reconocimiento internacional. Su éxito en este campo fue posible gracias a su elevado conocimiento de estadística, con la que pudo elaborar estudios para persuadir incluso a las instituciones gubernamentales. Para demostrar cómo variaba la mortalidad en relación con la calidad de los cuidados inventó un tipo de gráfico estadístico denominado diagrama de área polar. Actualmente es conocida como precursora de la enfermería y de la estadística social.
