A principios de la década de los 60, Lee Iacocca –presidente de la Ford Motor Company, por aquel entonces– encargó a Gene Bordinat el diseño de un nuevo concepto de vehículo compacto y deportivo. La razón: el éxito de los coches europeos y la caída de las ventas del Ford Thunderbird. Por todos lados se podían ver Alfa Romeos o MG; e incluso los coches franceses eran populares en ese momento.
Lee Iacocca pidió a los diseñadores que construyeran el automóvil deportivo más barato, ya que los consumidores estadounidenses no buscaban la potencia de un coche de estas características, sino la estética. También tuvo la gran idea de poner un asiento trasero a un deportivo para hacerlo más práctico.
El 17 de abril de 1964, Ford presentó en el Salón del Automóvil de Nueva York la versión del Ford Mustang que se iba a comercializar. Al inicio, se barajaron diferentes nombres, como Cougar o Puma, utilizados en futuros modelos. Tuvo un éxito instantáneo y se convirtió en un icono que alteró el panorama automotriz. El Mustang dio origen a una nueva clase de vehículo estadounidense denominado pony car –un coupé deportivo con largo capó delantero y corta parte trasera–.
El Mustang se vendió más en su primer año que cualquier otro automóvil de Ford, batiendo todos los récords de ventas. En su primer año llegó a las 417.000 unidades. Y fue en 1966 cuando se logró el millón de automóviles.
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