El 10 de diciembre de 1845, el ingeniero escocés Robert W. Thompson recibe la patente británica para un nuevo neumático de carro. Como novedad, contenía un tubo interno inflado de aire, encerrado dentro del propio neumático de caucho. Aquello supuso toda una mejora respecto a los neumáticos de goma maciza, ya que se reducía considerablemente la vibración, haciendo los trayectos mucho más placenteros para los viajeros.
Sin embargo, este neumático no fue un éxito comercial, ya que fue inventado antes de que se extendiera el uso de la bicicleta y el automóvil. El hecho de que el neumático de Thompsom estuviera destinado a los carruajes de caballos hizo que prácticamente desapareciera de la escena a los pocos años.
Tendrían que pasar otros 40 años para que reapareciera, de la mano de John Boyd Dunlop, que afirmó que nunca conoció el neumático de Thompsom. Entonces sí, la bicicleta era ya popular y el invento se extendió por todo el mundo. El Dunlop fue el estándar de la industria durante medio siglo, hasta la aparición del neumático radial.