Ocurrida el 14 de febrero de 1929, la conocida como ‘Matanza de San Valentín’ marcó un antes y un después en la historia del crimen organizado de EE UU.
La mente detrás de esta masacre fue Al Capone, el mafioso más popular de todos los tiempos. Después de ella, consiguió deshacerse de su competencia y se convirtió en el líder del hampa en la ciudad y del contrabando de alcohol que había florecido debido a la Ley Seca.
Capone orquestó una emboscada contra una banda rival, la North Side Gang de Bugs Moran, otro gánster de origen judío-irlandés. Aprovechó que se encontraban en un almacén en el norte de Chicago y mandó a sus hombres disfrazados como policías para cogerlos por sorpresa.
Presas del engaño, los hombres de Moran no ofrecieron resistencia ante las órdenes de los ‘policías’ cuando les obligaron a dejar las armas y ponerse contra la pared. En ese momento, los mafiosos de Capone utilizaron la tecnología más avanzada del momento –la ametralladora Thompson 45’– para acabar con ellos.
Siete hombres de Moran fueron acribillados por las Thompson de la banda de Capone, pero solo seis murieron al instante. El séptimo fue llevado al hospital donde falleció horas después. En ningún momento se señaló a Capone como culpable debido a la Omertá, el código de silencio de la mafia.
Tras la masacre, considerada uno de los crímenes más sangrientos de todo el siglo XX, la aceptación pública de la mafia comenzó a caer. La gente empezó a verles como delincuentes y no como los héroes populares que se les había considerado durante los años anteriores.