El 5 de junio de 1981 el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) alertaba por primera vez de cinco casos de una extraña neumonía en hombres homosexuales previamente sanos tratados en Los Ángeles. Esta patología, de evolución rápida y mortal, empezaría pronto a detectarse también en otros países. En España, el primer caso detectado fue el de un hombre de 35 años que ingresó en octubre de ese mismo años en el Hospital Vall d’Hebrón.
En 1983, los laboratorios del Instituto Pasteur en París lograron aislar e identificar al agente infeccioso responsable de esta nueva enfermedad: el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
La Administración de Medicamentos y Alimentos de EE UU (FDA) aprobó en 1987 el primer medicamento antirretroviral: la zidovudina (AZT). Fue un primer paso, pero las dosis altísimas que se administraron al principio generaban mucha toxicidad y, con el paso del tiempo, perdían eficacia.
La situación mejoró en 1996 con los nuevos estudios que demostraron cómo el virus se podía controlar y volverse indetectable mediante la terapia triple, que combinaba tres o más medicamentos para tratar la infección. Sin embargo, los efectos adversos de la medicación y las múltiples pastillas diarias que debían ingerir los pacientes eran un gran obstáculo para su la adherencia y limitaba su calidad de vida.
En 2012, la FDA autorizó la profilaxis pre-exposición (PrEP). Además, se dio a conocer la primera remisión, el conocido como paciente de Berlín. Hoy, las personas con VIH que toman su medicación de manera regular tienen una calidad de vida óptima, con una esperanza de vida similar a la de las personas seronegativas, y con niveles indetectables de carga viral. El futuro se centra en alcanzar la cura y conseguir una vacuna frente al VIH.
Durante estos 40 años de pandemia, se calcula que han fallecido cerca de 40 millones de personas por sida en todo el mundo. Uno de ellos fue el artista y activista social Keith Haring (1958-1990), al que le rendimos homenaje en esta ilustración.