Este teléfono de sobremesa -fabricado por la compañía sueca Ericsson- destaca por su forma y su profusa decoración, muy diferente a la de los modelos americanos. Se consideraban objetos suntuarios y su precio era elevado. Este tipo de teléfonos se conocían por el sobrenombre de “esqueleto”, ya que carecían de carcasas o protecciones exteriores, dejando al descubierto su estructura interior.