Instalado a 5.000 metros sobre el nivel del mar, el instrumento Swedish–ESO PI receiver for APEX (SEPIA) ya ha comenzado a operar. Su objetivo es detectar las débiles señales del agua y de otras moléculas dentro de la Vía Láctea, en otras galaxias cercanas y en el universo temprano.
El nuevo instrumento está acoplado desde principio de este año al telescopio de 12 metros APEX (Atacama Pathfinder Experiment, en la Cordillera de los Andes chilenos), una colaboración entre el Instituto Max Planck de Radioastronomía, el Observatorio Espacial de Onsala y el Observatorio Europeo Austral (ESO).
SEPIA es sensible a la luz con longitudes de onda de entre 1,4 y 1,9 milímetros. Las excepcionales condiciones de observación que ofrece la meseta de Chajnantor, un lugar extremadamente seco en el norte de Chile, implican que, aunque el vapor de agua de la atmósfera bloquee la luz en la mayoría de los lugares en la tierra, es capaz de detectar esas débiles señales procedentes del espacio.
Se espera que el estudio del agua en el universo (en nubes moleculares, en regiones de formación estelar e incluso en cometas del sistema solar) proporcione pistas esenciales para comprender el papel del agua en la Vía Láctea y en la historia de la Tierra, además de detectar monóxido de carbono y carbono ionizado en galaxias del universo temprano.