Hace treinta años, la aviación estadounidense arrojó bombas de napalm y agente naranja- una mezcla de dos herbicidas hormonales- sobre el bosque de manglar del Delta del Mekong, uno de los mayores del mundo. El bombardeo, que provocó importantes secuelas en la población (como malformaciones y cáncer), pretendía sobre todo destruir el manglar para que los guerrilleros del Vietcom no pudieran usarlo como refugio.
Las autoridades comenzaron la reforestación inmediatamente después de la guerra, pero treinta años más tarde el bosque aún no se ha recuperado totalmente: aunque el número y la densidad de árboles se han recuperado casi totalmente, su diversidad genética dista mucho de la original.
Esta conclusión se deriva de un estudio internacional en el que han participado los investigadores del CSIC Carlos Duarte y Jorge Terrados, quienes también concluyen que el ritmo de recuperación genética, aunque necesita de más tiempo, podría acelerarse de contemplarse este aspecto en los planes de reforestación.