En la carrera que el cáncer echa a la vida de millones de personas cada año, los tumores continuarán valiéndose de un genoma propio y extraordinariamente complejo. Pero la ciencia viene ganando terreno, y aprieta los músculos en un "sprint" nunca visto. Carlos López-Otín y Elías Campo, coordinadores de la contribución española al Consorcio Internacional Genoma del Cáncer, acaban de anunciar en Oviedo que han descifrado los cinco primeros genomas de leucemia linfática crónica.
En menos de un año, el equipo español del Consorcio Internacional Genoma del Cáncer (ICGC, en sus siglas en inglés) ha recabado más datos que en toda la década de trabajo culminada en 2001 con la decodificación del primer genoma humano: el acelerón de la ciencia está a la vista.
Éste es sólo uno de los primeros resultados: la previsión del subproyecto español sobre leucemia linfática crónica, que financia el Ministerio de Ciencia e Innovación, es completar una veintena de genomas antes de que termine 2010, un buen paso hacia el objetivo que resume el codirector científico de la contribución española Carlos López-Otín: “Este proyecto no representa la curación del cáncer, pero permitirá un avance conceptual extraordinario en su tratamiento, que consiste en poner a disposición del especialista cuáles son las alteraciones genéticas concretas que han causado la enfermedad en un paciente determinado”.
Aunque el camino hacia un tratamiento personalizada frente al cáncer no es corto, la comunidad científica internacional lo aborda a través del “proyecto más ambicioso de la biomedicina actual”, como lo ha calificado Peter Klatt, asesor de la Secretaría de Estado de Investigación y miembro del Comité Ejecutivo del ICGC. De hecho, el esfuerzo ya está dando buenos frutos, ya que, como ha indicado Klatt, el proyecto “está obteniendo éxitos científicos que superan las expectativas iniciales”.
Primeras repercusiones clínicas
Elías Campo, Director clínico del Centro de Diagnóstico Biomédico (CDB) del Hospital Clínic de Barcelona, conoce bien la vertiente más cercana al paciente: “las primeras repercusiones de este trabajo en los pacientes consisten en que nos permitirá en un plazo relativamente corto estratificar el riesgo de cada uno”, indicó. Se trata de un conocimiento importante, teniendo en cuenta que la evolución de la enfermedad es tan variable que algunos pacientes conviven con la enfermedad durante décadas, mientras que otros fallecen a los pocos años del diagnóstico, explicó Campo, director junto a López-Otín del subproyecto español que se integra en el ICGC.
En la imagen, células afectadas por leucemia linfática crónica. Fotografía cedida por C.L-O.
La aplicación más prometedora, el diseño de fármacos específicos para las alteraciones genómicas de cada paciente, vendrá después: “en una segunda fase del Proyecto se abordará el estudio funcional de las mutaciones que han causado la enfermedad y cómo alteran la estructura molecular de las células”, ha afirmado Carlos López-Otín. Así pues, el siguiente paso será acometer estudios funcionales. Y, finalmente, ha añadido Elías Campo, la traducción de estos conocimientos en fármacos específicos también requerirá la colaboración y el compromiso de la industria farmacéutica.
Cooperación internacional
Después del camino abierto por la investigación básica para establecer las bases moleculares del cáncer, ahora “es necesario hacer un gran esfuerzo, en cooperación y a escala internacional, para desarrollar una investigación más aplicada y orientada a los pacientes”, afirmó Carlos López-Otín.
De hecho, y como destacó el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo y Premio Nacional de Investigación 2008, en este esfuerzo conjunto España ha pasado de no participar en la decodificación del primer genoma humano a haber impulsado el ICGC a través de la especie de “G-8 científico”, del que formó parte junto a Australia, Japón, China, India, Canadá, Reino Unido y Francia.
Tanto Carlos López-Otín como Elías Campo han coincidido en resaltar los avances que está permitiendo la reciente puesta en marcha
En la imagen, de izquierda a derecha, Elías Campo, Peter Klatt, Vicente Gotor y Carlos López-Otín en la Universidad de Oviedo. Fotografía cedida por la Universidad.
del Centro Nacional de Análisis Genómico impulsado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. El Centro es capaz de secuenciar en tres días un genoma treinta veces “para asegurarnos de que no se cometen errores”, un tiempo más que asombroso si se tiene en cuenta los diez años de trabajo que requirió el primer genoma de un ser humano y que culminó hace tan sólo una década.
La contribución española al ICGC incluirá la decodificación e interpretación de los genomas de 500 pacientes de leucemia linfática crónica. En total, el proyecto internacional incluirá el análisis de 25.000 genomas de pacientes con los 50 tipos de cáncer más importantes.
Un solo genoma, cientos de miles de páginas
Para explicar el volumen de información que procesará el Centro Nacional utilizando técnicas de ultrasecuenciación, Carlos López-Otín ofrece una imagen: “si escribiéramos en un libro normal todas las piezas que componen el genoma de una persona, ocuparía unos 300 o 400 libros de mil páginas”. Y es que el genoma es una molécula construida por la friolera de 3.000 millones de piezas, que además está presente todas nuestras células, y cada una de ellas puede sufrir mutaciones (aunque no todas ellas den como resultado una enfermedad genética).
En los primeros tiempos, nada lejanos, de la investigación molecular del cáncer los científicos creían que el cáncer estaba originado por un reducido número de mutaciones genéticas, pero la realidad, como sucede a menudo, está mucho más enmarañada: En palabras de López-Otín, “no hay que olvidar que hace 600 o 700 millones de años se gestaron las primeras rutas moleculares que han posibilitado que exista el cáncer, por lo que nos es intrínseco como especie. Se trata de una enfermedad compleja, a la que es necesario responder a nivel molecular”.
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