Sobre el vínculo entre las artes visuales y la investigación

Todo partió de la última obra de Eugenia Ballcels: Freqüencies (Premio Nacional de Artes Visuales 2009), expuesta por primera vez en el centro Arts Santa Mónica que inauguró l’Espai Laboratori de Cataluña. Hace ahora un año una joven divulgadora se embarcó en este proyecto de artes visuales y ciencia. Ahora reflexiona sobre el papel del arte como puente entre ciencia y sociedad.

Sobre el vínculo entre las artes visuales y la investigación
La visión científica del mundo afecta directamente al artista y a la obra artística. En la imagen, un trabajo de la exposición Freqüencies, de Eugenia Ballcels.

Desde su creación en 2009 y bajo la dirección de Josep Perellò, profesor de física fundamental en la Universidad de Barcelona e investigador en una disciplina llamada econofísica dedicada a estudiar la dinámica de los sistemas bursátiles, el Área de Ciencia del Centro de Santa Mónica, es un lugar para el desarrollo de proyectos donde ciencia, arte y educación avanzan juntos en una misma dirección.

Freqüències es una obra para la reflexión, de carácter puramente visual. Durante su exposición se quiso expresamente que no hubiese paneles explicativos ni material escrito en las salas. Sólo luz, luz proyectada y reflejada en espejos. Luz y color, energía e imagen. Una composición que hablaba sin palabras del cambio, del poder de lo visual, de la esencia de todas las cosas, de lo sencillo y de lo complejo del mundo.

Cuatro meses antes de que la exposición tuviese lugar, junto a cinco buenos amigos y compañeros de carrera, comenzamos a vernos periódicamente con Josep Perelló. Durante esas reuniones conocimos más a fondo a la artista y su obra. Pero sobre todo tratamos de enlazar una pieza creada para la contemplación puramente estética, con la ciencia y la educación.

Nuestra tarea consistía en desvelar toda la física escondida en cada matiz de Freqüències, y traducirlo en textos y líneas expositivas en las que poder enfocar las visitas de centros educativos y público en general.

Recuerdo con particular cariño la invitación que recibimos por parte de Eugenia Balcells para visitar su taller. Allí pudimos ver las tres obras destinadas a exponerse en Santa Mónica. La fuerza con la que un artista habla de su obra es difícilmente reproducible, pero lo que más sorprendía de Eugenia era su visión del gran libro de la ciencia en el que se inspiraba cada átomo de luz, cada línea de Freqüències.

Escuchar a una artista explicar fenómenos cuyos porqués atañen a priori a la ciencia es una experiencia única, una se pregunta si no será más cierta su visión de un espectro atómico que la de Lyman o Thomson, ambos científicos que explicaron algunas de las líneas de estos espectros.

La ciencia no está alejada de la actividad creativa

Tendemos a pensar la ciencia como una disciplina fría, lejos de la actividad creativa y al científico como alguien obsesionado por encontrar pruebas que refuercen sus teorías. ¿Por qué arte y ciencia nos parecen tan diferentes? Desde el nacimiento de la ciencia como tal, separada de la filosofía (nos remontamos al siglo XVII de la mano de Descartes o Newton), se ha tendido cada vez más a considerar ciencia y humanidades como disciplinas antagónicas.

Ambas, sin embargo, nacen de la inquietud humana por saber y entender el mundo. Filosofía, ciencias y artes comparten orígenes, en sus inicios todas ellas trataron de responder a las preguntas esenciales desde perspectivas distintas.

Demasiado a menudo los y las científicas acostumbran a perder de vista la sociedad que les rodea, se olvidan de que la labor qué les ocupa es patrimonio de la humanidad (más en España, donde la investigación está financiada mayoritariamente por fondos públicos).

En el ámbito académico, se tiende a pensar que “a la gente de la calle” no le interesa la labor que se lleva a cabo en los grupos de investigación. Los mismos que se dedican a mantener a flote la gran nave de la ciencia, ven su labor como algo inaccesible para la mayoría, demasiado complicada para que aquellos que no llevan años dedicándose a ella puedan entenderla.

Claro que hay excepciones, a lo largo de la historia de la ciencia ha habido grandes personajes como Henri Poincaré, Pascal o el mismo Einstein, que a través de conferencias, charlas, publicaciones en revistas o libros han dado a conocer la actualidad y los debates científicos de su tiempo.

Siempre ha habido artistas interesados por la ciencia

Picasso se inspiró en las charlas de Poincaré en las que explicaba el principio de relatividad, donde el punto de vista es relativo al observador, espacio y tiempo se entienden como un marco relativo, negándose la existencia de un sistema de referencia absoluto y privilegiado. Como si de alguna forma, la figura del narrador omnisciente desapareciera de la historia y en consecuencia nadie fuera capaz de entender los fenómenos con absoluta claridad. Únicamente podemos aspirar a componer pequeñas certezas para obtener un cuadro de imágenes relativas. Poincaré describía dicha teoría en un espacio geométrico de dimensiones superiores, idea que incitó, según Miller, al genio cubista a redescubrir la geometría como lenguaje de su arte.

En definitiva, ciencias y artes no son tan distintas, no lo son en sus orígenes, la visión científica del mundo afecta directamente al artista y a la obra artística en consecuencia, ignorarlo es ignorar que hay ideas y que esas ideas influyen en las sociedades y en las personas.

Existe un vínculo entre las artes visuales y la investigación científica, el de la creación y la creatividad. No es más investigador un científico que un artista, la labor y la obra que desarrollan ambos no es fruto de la casualidad o el genio, sino del compromiso y el trabajo prolongado, fruto de años de investigación, de estar ahí, con el ojo puesto en el microscopio, las yemas de los dedos sobre el teclado del portátil o lápiz y papel en mano, en el momento fugaz de la inspiración. Un científico sin alma de artista, sin creatividad, es incapaz de producir y desarrollar ideas propias que contribuyan al avance de la ciencia.

El carácter comunitario de quien crea es uno de los puntos clave de unión entre la persona investigadora y la artista. Tanto una como otra trabajan en una comunidad que establece normas, valida, apoya y dota de movimiento tanto al sujeto creador como a su creación. Comisarios, críticos, artistas, coleccionistas, gestores culturales actúan como editores, profesores, investigadores y gestores.

Por otro lado cada vez es más común encontrarse con artistas que trabajan en un colectivo de creación multidisciplinar donde coinciden ingenieros, artistas visuales, filósofos, fotógrafos, cineastas, arquitectos… formando un grupo de creación semejante a los de investigación. Cada vez somos más conscientes de que la interacción y el diálogo entre colectivos es clave para el avance del conocimiento en cualquier tipo de investigación, ya sea artística, científica, o sociológica.

Lamentablemente hemos mitificado y escindido radicalmente la labor de creación de la del sacrificio. El arte nos parece la labor fácil de aquel que posee el don, y la ciencia el árido campo en el que los científicos están condenados a arar, encerrados en sus laboratorios.

Por ello exposiciones como las que propone el Espai Laboratori y en especial muestras como Freqüències contribuyen a hacer visible y promover una visión de la ciencia mucho más abierta y menos dogmática, facilitando el diálogo entre ciencia y sociedad, todo ello a través del arte. Es una pena que exposiciones de este tipo sean tan poco frecuentes.

Ana López Sanra-Cruz (Murcia, 1987) es estudiante de físicas en la universidad de Barcelona. Ha organizado mesas redondas, conferencias y actividades de cariz divulgativo para público universitario e infantil. El pasado año organizó y moderó la mesa redonda "el reto de la Divulgación Científica en la Sociedad del Conocimiento" que contó con la asistencia de personajes del mundo de la comunicación y de la esfera universitaria [como Lluís Reales (Barcelona TV), Josep Perelló (Centro de Arte Santa Mònica, Universidad de Barcelona) o el Catedrático José Ignacio Latorre (Universidad de Barcelona, centro de Ciencias de Benasque Pedro Pascual)] . A raíz de aquel acto se le propuso colaborar en Freqüències, un proyecto expositivo basado en la última obra de Eugènia BalcellsPremio Nacional de Artes Visuales de la Generalitat. Durante los meses de Abril a Septiembre del pasado año coordino al grupo de estudiantes encargados de dar forma al proyecto expuesto en el Ár recientemente galardonada con el ea de Ciencia del Centro de Arte Santa de Mònica. Para contactarla: ana.l.santacruz@gmail.com

Fuente: SINC
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