La bandera del arcoíris ondea en el reino animal

El mundo de los animales ha sido utilizado para justificar toda clase de conductas o atributos de la sociedad humana, desde el egoísmo a la solidaridad, pasando por la violencia, la subordinación de la mujer, el racismo o la transexualidad. Este último tema —o, más precisamente, el transgenerismo— es abordado en El arcoíris de la evolución por Joan Roughgarden, ecóloga evolutiva.

La bandera del arcoíris ondea en el reino animal
Imagen de la cubierta del libro. / Capitán Swing

La teoría de la selección sexual de Darwin —un pilar de la teoría de la evolución— promueve un concepto de sexualidad 'normal' que ha sido utilizado para denigrar toda conducta humana que se aparte del obligado patrón heterosexual.

Tal es el punto de partida de esta obra de Joan Roughgarden en la que, además de señalar las lagunas y contradicciones del enfoque darwinista, intenta ofrecer una alternativa superadora.

Recordemos que, de acuerdo con Darwin, determinados rasgos de los animales que no parecen tener ningún valor de cara a la supervivencia —la vistosa cola del pavo real macho, el ejemplo más célebre— se explican por su función de reclamo para atraer miembros del sexo opuesto y, de esa manera, asegurar la transmisión de sus genes.

Para cuestionar dicho enfoque, la autora avanza por la senda desbrozada por Bruce Bagemihl, cuyo libro Biological Exuberance sacó del armario a un tropel de especies que practican la homosexualidad y la bisexualidad.

Demoliendo los estereotipos

En el presente trabajo desarrolla su argumento en tres niveles: la diversidad sexual en los animales; la diversidad en la biología humana; y los roles de género en las sociedades humanas. De entrada, cataloga casi 300 especies de vertebrados capaces de cambiar de sexo (como la hembra del ave wrasse de cabeza azul) o de entablar relaciones homosexuales, o son lisa y llanamente hermafroditas.

Para la ecóloga estadounidense, los neodarwinistas exageran el papel explicativo de la agresividad y la competencia, y subestiman la cooperación

De pasada, y con el propósito de demoler los estereotipos de masculinidad y feminidad proyectados sobre el orden natural, documenta que ni todas las hembras son pequeñas y sumisas, ni todos los machos grandes y dominantes.

Para la ecóloga estadounidense, los neodarwinistas exageran el papel explicativo de la agresividad y la competencia, y subestiman la cooperación.

Sostiene que la evolución procede mediante adaptaciones adaptativas efectuadas de modo grupal y no individual, un proceso al que denomina el “arcoíris de la evolución”. Y se vale de la bandera LGTBI para referirse a un tipo de selección social que implica uniones entre individuos del mismo sexo y la pertenencia a grupos para acceder al control de recursos. La eficacia de esta interacción social —siempre según Roughgarden—, es la fuerza motriz que asegura la transmisión del ADN de un espécimen a la siguiente generación.

Interesa destacar que la autora se inspira en el énfasis puesto en la cooperación y la negociación por John Nash en su teoría de los juegos.

Según Roughgarden, la evolución avanza gracias a un complejo arsenal de tácticas al servicio de coaliciones sociales en beneficio de la supervivencia

De aquí viene su convicción de que la evolución avanza gracias a un complejo arsenal de tácticas al servicio de coaliciones sociales en beneficio de la supervivencia; algunas de ellas forjadas mediante relaciones entre individuos de distintos sexos y otras mediante combinaciones fluidas de sexo y género.

Huelga decir que este planteamiento contradice el determinismo genético de la conducta, así como la existencia del presunto “gen gay” y del presunto “gen egoísta” que impulsaría la selección natural.

Objeto de críticas

Los neodarwinistas le reprochan que ha escogido ejemplos sesgados, ignorando que constituyen una minoría frente a la enormidad de casos que corroboran a Darwin. Le objetan que hable del “género” de los animales, contra el consenso de los especialistas en que dicho concepto, por su índole socio-cultural, debe rese

Cubierta del libro

rvarse para los humanos y aplicarse a los animales la noción más biológica de “sexo”.

Unos le critican que peca de antropocentrismo al proyectar sobre la fauna la diversidad genérica de los humanos; y otros por interpretar de forma errónea el núcleo valioso de la teoría de la selección sexual. En resumidas cuentas, le acusan de pasarse de rosca en su vehemente defensa de la diversidad sexual y en su ataque al pensamiento binario que, a su modo de ver, distorsiona las ciencias naturales.

La escritora reconoce que su libro es el resultado de una toma de conciencia de la apabullante variedad de las prácticas sexuales de los animales, que comenzó con su propia transición a los 52 años de edad.

Pero su compromiso la expone a ser cuestionada —y en ocasiones con razón— por impregnar de subjetividad militante lo que merecería análisis más imparciales y desapasionados. Su principal mérito radica en organizar datos y hallazgos de las más dispares disciplinas en una argumentación sugerente.

La polémica, como dice el tópico, está servida. Entre tanto, esta saludable reacción contra la manía por encontrar en los genes la explicación de todos los comportamientos nos deja con dos certezas: la conducta sexual, tanto entre animales como en humanos, es muchísimo más complicada que lo establecido por los cromosomas X e Y; y la segunda, que a ninguna persona se le puede reprochar que su identidad sea antinatural.

Título: El arcoíris de la evolución: diversidad, género y sexualidad en la naturaleza y en las personas

Autora: Joan Roughgarden

Género: Ensayo

Editorial: Capitán Swing.

Traducción:  Patricia Teixidor

Fecha y lugar de publicación: 22 de noviembre, 2021, Madrid

Páginas: 576              

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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