El autor reflexiona sobre el papel del género del documental científico, desde su genealogía en España hasta su futuro en el mundo de las tecnologías, con tres personalidades distintas: como espectador, como miembro del jurado y como moderador de las mesas redondas de la XXVI Bienal de Cine Científico.
La cita de Ronda viene de antiguo y su historia aporta la posibilidad de hacer un examen de casi tres décadas de documentales e imágenes del mundo científico, tanto en el sentido temático como en el geográfico.
Supongo que los estudiosos documentalistas no tardarán en ponernos a disposición una mediateca selecta del desarrollo de estas 26 ediciones, lo que nos daría una perspectiva de gran interés sobre cómo han ido evolucionado las técnica y el lenguaje del género documental, más sujeto a las influencias de la audiencia que a las imágenes científicas profesionales de la comunidad investigadora, fundamentales para “ver” la ciencia.
Para muchas personas de las que allí estuvimos, la “trastienda” del certamen supone algo más. Como cada año, las comidas y ratos en común de jurados y ponentes de las mesas redondas son un intercambio de vivencias, de experiencias, de anécdotas, entre profesores, cineastas, documentalistas, expertos en comunicación audiovisual, productores, realizadores, investigadores... gentes mayores y más jóvenes de muchos lugares.
Esta vez había riqueza de documentalistas e historiadores, ya que celebramos también (con un año de retraso, por aquello de ser bienal) el centenario de Guillermo Fernández Zúñiga, uno de los pioneros y mejores cineastas científicos de nuestro país.
Zúñiga fue becado por la Junta de Ampliación de Estudios (JAE, actual CSIC), y en los primeros años ‘30 realizó una larga serie de documentales centrados en técnicas ganaderas. Con el cineasta Carlos Velo filmó y nos enseñó en imágenes el lenguaje corporal de las abejas con el que comunican a sus compañeras de colmena los problemas o las buenas noticias del hallazgo de una fuente de polen nueva.
Fue esa primera sesión de homenaje histórico y documental lo que me llevó a reflexionar un poco sobre el papel pasado, presente y futuro de este género documental.
La filmografía de la primera etapa de Zúñiga, como la de sus contemporáneos y quienes les siguieron en la tarea durante años, adquiere su valor de documento con el paso del tiempo, pero ahora se aprecia también la enorme calidad fílmica y se valora más y mejor su fuerte intención pedagógica.
El cine científico de una larga serie de años tiene la misión política y social de educar al mundo agrícola y ganadero a través de la explicación detallada y pausada de nuevas técnicas más productivas para aquel campo tan necesitado de desarrollo.
Años más tarde, regresado del exilio, Zúñiga crea su propia productora y sus documentales añaden su propio espíritu crítico y comprometido al habitual sentido pedagógico. La importancia del agua y de la limpieza de los ríos tiene ejemplos variados en su obra a partir de entonces.
La televisión es el catalizador del género
Luis Miratvilles fue el pionero de la divulgación más tecnológica, aprovechando, como luego hicimos los demás, los reportajes que ofrecían (gratis y en formato cine) las embajadas de EE UU, Gran Bretaña y Francia. Nos ayudaron a acercarnos a las tecnologías de las que carecíamos, globalizaban la ciencia.
La incorporación de masas de espectadores abre esa ventana al mundo y el mundo se nos cuela en forma de imágenes en blanco y negro. La Naturaleza, que apenas habíamos conocido en forma de ganado, se componía ahora de leones, jirafas, elefantes; los ríos cambiaron de tamaño y se hicieron Amazonas; el bosque, jungla.
Félix Rodríguez de la Fuente juega en España el idéntico papel que David Attenborough y entre ambos amamantan a dos generaciones de ecologistas y etólogas.
Es una época dorada, en la que los grandes documentales se saltean en la parilla con programas de divulgación de todo tipo: salud (Más Vale Prevenir, Un Mundo para ellos, Escuela de Salud), consumo (35 Millones de Españoles, Consumo), economía (Las Cuentas Claras), ciencia y tecnología (Horizontes, Última Frontera, A Ciencia Cierta...).
La divulgación llega al prime time y lidera franjas horarias respetables, para una larga serie de programas que tienen sus medios, su audiencia y su propósito. Incluso hay un ejemplo que creo no se ha vuelto a producir: Alcores, una revista cultural dirigida por Manuel Toharia, en la que la ciencia ocupaba y compartía el mismo espacio con la música, el teatro o la literatura...
Comparar la programación conjunta de la 1 y la 2 de los ‘70 con la programación actual en las televisiones generalistas podría ser un examen de conciencia social. El aumento de oferta televisiva que supusieron las televisiones privadas, la primera época de la televisión por satélite o la propia y reciente TDT coincidieron en los mismos contenidos para ganarse a las misma masas de audiencia.
La atomización llevó a minimizar costes y maximizar rentabilidad. En ese contexto, el género divulgativo resulta poco rentable, el documental serio y reposado es excesivamente caro, y la oferta de documentales de naturaleza ofrece una buena disculpa y a buen precio para que una parrilla tenga una apariencia más cultural.
¿Qué ha pasado?
Puede ser que el público se haya llegado a saturar de naturaleza. La carrera por la espectacularidad y la calidad no se puede sostener más que para proyectos puntuales (la BBC aún consigue sorprendernos de tanto en tanto, pero tiene que hacerlo con superproducciones que recorren los mares del mundo, en HD y con explotación comercial en cines y dvds, por ejemplo) y las productoras de distintos tamaños han proliferado en busca de la aventura filmada, las culturas y lugares más aislados.
Hemos dejado en manos de National Geographic la visión global y procuramos extender por el mundo las producciones propias, imposibles de amortizar a nivel nacional, por pequeño que sea su equipo de rodaje, por sacrificado que sea su rodaje.
La oferta de pago abre una nueva vía: canales temáticos con carga divulgativa se dedican a ofrecernos visiones de las grandes obras, de la Historia infilmable o de la ciencia más profunda.
Y lo hacen muy bien, gracias a una sabia y paulatina i corporación de las nuevas tecnologías audiovisuales. Sigue primando la calidad de los medios y de la imagen para hacernos caminar entre dinosaurios o adentrarnos por todas cada una de las estancias del palacio de Herodes o de las pirámides egipcias, pero caemos en la trampa volver a marginar el género.
La calidad y el ingenio se mantienen, pero los espectadores raramente comparten experiencias. Es probable que el total de lo producido actualmente supere en horas de programación ofrecida lo que se producía hace unos años, pero lo vemos a solas.
Podría parecer ésta una visión pesimista (y en cierto grado lo es), pero creo también que la oportunidad está ahí y que el mundo es otro. Este mismo espacio desde el que me comunico ofrece oportunidades de conocer lo que se cuece en el mundo científico que eran inimaginables hace nos años.
Internet no será otra televisión
Internet ya no es un medio nuevo para comunicar ciencia. Los grandes laboratorios, las universidades, las revistas especializadas y las grandes instituciones nos ponen a un par de clicks de distancia contenido variados, informativos y en las fronteras del conocimiento científico. Quien busca, encuentra más de lo que nunca pudo ver ni leer. Y ese es el camino que debe aprovechar la ciencia.
El documental sigue y seguirá teniendo su espacio y su vida, aunque cambien sus sistemas de producción. La comunicación audiovisual seguirá siendo esencial para las grandes líneas de investigación y las grandes empresas y seguirán nutriendo espacios en la televisión, pero internet será el verdadero camino de la ciencia cuando alguien se de cuenta de que tiene la plena y fácil de conseguir posibilidad de convertirse en una televisión personal.
Me gusta vislumbrar un futuro cercano en el que los blogs de contenido científico dan un paso más allá y se nutren de las imágenes que frece la red. Podremos seguir la evolución de los proyectos casi en directo e interactuar con sus protagonistas.
Las investigaciones podrían convertirse en programas de televisión presentados, comentados, anunciados y con capacidad de convocatoria. Los elementos, se lo aseguro, están todos ahí y las televisiones locales, las escuelas y los particulares no necesitan más para acercar la ciencia a casa que provocar el caldo de cultivo en el que sustentarse.
Si fuera así, la importancia de la ciencia en la sociedad tendría su reconocimiento. Y buscaremos un espacio en la tele de siempre para la calidad de imagen, para el espectáculo maravilloso que siempre ha ofrecido el cine científico de calidad. Pero ahora, sabiendo más que nunca su importancia en la evolución y capacidad de aportar conocimiento de forma amena, artística y rigurosa.
Esteban Sánchez-Ocaña (Oviedo, 1952) ha desarrollado casi toda su vida profesional en el mundo de la divulgación; en prensa, radio y, en especial en TVE, donde ha dirigido y presentado espacios como Horizontes, Última Frontera, A Ciencia Cierta, Ustedes Mismos, o La Farmacia del Mar. Es premio Boehringer Ingelheim de divulgación en el apartado televisión y ha sido Jurado y presidente del Jurado en el Festival de televisión de Montecarlo. Prejubilado de TVE, entendió que otra forma de divulgación era posible como Director de Contenidos del Pabellón de España en la Expo de Sevilla’92 y la dirección del pabellón español en la de Corea’93. En la actualidad coordina la comunicación del Parque Científico y Tecnológico de Guadalajara.