Un experimento desarrollado por investigadores de las Universidades Autónoma (UAM) y Complutense (UCM) de Madrid y publicado en Neuropsychologia muestra que el sistema nervioso tiene una preparación especial para detectar amenazas en movimiento, lo que resulta de gran valor adaptativo para la mayoría de seres vivos.
Localizar a una persona dentro de una multitud es mucho más sencillo si ésta realiza algún movimiento visible como agitar el brazo. Existen diversos experimentos sobre percepción que indican que los estímulos dinámicos se detectan de manera más fácil y rápida que los estáticos. También se sabe que los distractores móviles son especialmente eficientes capturando la atención y desviándola de la tarea que estemos ejecutando.
En relación con lo anterior, se ha observado que los distractores móviles activan en mayor medida la corteza visual cuando el sujeto está ejecutando una tarea cognitiva que los distractores estáticos. No obstante, la capacidad de los estímulos dinámicos para capturar la atención es muy variable, y parece depender de cuestiones como el grado de implicación cognitiva en la tarea en curso y, en opinión de los autores del estudio, de la información emocional contenida en el propio distractor móvil.
En los experimentos arriba mencionados, los estímulos dinámicos consisten típicamente en estímulos emocionalmente neutros, como puntos o dígitos. Cabe pensar que la capacidad para capturar la atención por parte de un estímulo móvil se verá incrementada si éste es emocionalmente negativo (p.e., una amenaza o un peligro), lo que, en términos biológicos, cuenta con claras ventajas adaptativas.
En el presente estudio, publicado en la revista Neuropsychologia por Luis Carretié, del Departamento de Psicología Biológica y de la Salud de la UAM, en colaboración con investigadores esa misma universidad y de la UCM, se contrastó experimentalmente la hipótesis, no explorada hasta la fecha, de si los distractores móviles y emocionalmente negativos capturan la atención en mayor medida que los distractores estáticos negativos y que los distractores móviles no negativos.
En el estudio participaron 30 voluntarios, estudiantes de la UAM, que habían manifestado en un cuestionario tener miedo a las arañas y las cucarachas, pero no la las mariposas ni a las mariquitas. Justamente éstos fueron los estímulos distractores (negativos los dos primeros, no negativos los dos segundos), que podían aparecer estáticamente o en movimiento, siempre en la periferia de la pantalla.
La tarea del sujeto consistía en categorizar una serie de dígitos que aparecía en el centro de la pantalla. Los distractores antes descritos aparecían mientras el sujeto realizaba la tarea de categorización. Puede visualizar la tarea y los estímulos en http://www.uam.es/carretie/grupo/movingdanger.htm.
Se registró la actividad eléctrica cerebral de los participantes mediante 30 electrodos para medir su P1, una onda cerebral que constituye un índice fiable del nivel de captura atencional, y también se registró la ejecución en la tarea principal: tiempos de respuesta y número de errores en la categorización de los dígitos, mayores a medida que aumenta la captura atencional por parte de los distractores.
En el experimento aquí descrito, ambos tipos de datos, cerebrales y de ejecución, fueron convergentes y apoyaron la hipótesis de partida: la amplitud de P1, el número de errores y los tiempos de respuesta fueron mayores cuando aparecían distractores móviles negativos que cuando aparecían distractores estáticos negativos y distractores móviles no negativos. Estos datos sugieren que el sistema nervioso cuenta con un mecanismo especialmente eficaz, que resulta claramente adaptativo, para la detección de amenazas en movimiento, incluso cuando nuestros recursos cognitivos están implicados en otra tarea.
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