Un astrolabio magrebí, un gramófono, un carro de bomberos, un muestrario de electrodos, un biberón milenario y una valiosa ballestilla de la época de Felipe II. Estas son algunos de los más de 500 objetos de nuestro patrimonio científico y tecnológico que expone el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT) en su sede de Alcobendas, en la Comunidad de Madrid.
El visitante que se acerque a la nueva sede que el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT) ha inaugurado esta semana en el municipio madrileño de Alcobendas podrá conocer y disfrutar de un conjunto de más de 500 piezas seleccionadas entre las muchas que custodia esta institución pública en sus almacenes.
El recorrido por sus salas permite conocer objetos de la historia de la astronomía, la navegación, las matemáticas, la biotecnología, la medicina o la enseñanza de las ciencias experimentales, pero también otros relacionados con la vida cotidiana, el cine y la fotografía.
Desde los más diversos microscopios, astrolabios y telescopios, hasta gramófonos, radios y televisores de hace décadas; pasando por objetos cotidianos como un biberón del siglo I o II, la caja registradora de una antigua tienda o los velocípedos en los que montaban nuestros abuelos.
También un carro de bomberos de tiro manual, un modelo de máquina de vapor, la muestra de electrodos sanadores que llevó algún visitador médico, una lámpara oftalmológica, un automóvil de carreras de los años 60… La lista de las piezas que se pueden descubrir en los más de 3.000 m2 de exposición es larga.
Según los responsables del museo, la idea es que todos estos objetos despierten en el visitante el deseo de conocer las historias científicas y humanas que tienen detrás, una experiencia que se puede complementar con las actividades educativas que organiza el centro.
“Nuestro deseo ha sido crear una sede polivalente, moderna y dinámica, que sirva de referente social y punto de encuentro para científicos, profesores, familias e instituciones interesadas en aunar el conocimiento científico y tecnológico de vanguardia con la conservación de este preciado patrimonio material”, señala Marián del Egido, directora del MUNCYT.
Este organismo, que cuenta con otra sede en La Coruña, es de titularidad estatal. Depende de la Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación del Ministerio de Economía y Competitividad, y está gestionado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT).
Las ballestillas, conocidas también como báculos de Jacob o radios astronómicos, eran instrumentos que usaron nuestros antepasados para medir distancias lejanas e inaccesibles con el método geométrico de la triangulación. Se utilizaron tanto en tierra como en el mar para calcular las dimensiones de objetos terrestres –una torre o una isla, por ejemplo–, como las distancias entre las estrellas o la altura de un astro sobre el horizonte.
En la nueva sede del MUNCYT se exhibe una ballestilla muy especial: la de Gualterius Arsenius, un constructor de Flandes del siglo XVI considerado uno de los mejores de su época. “Quizá no llame mucho la atención, pero el valor de esta pieza es incalculable, porque es la única que se conserva completa de su autor en todo el mundo”, destaca María Josefa Jiménez Albarrán, conservadora del museo.
La valiosa ballestilla está datada en 1563 en el taller que tenía Arsenius en Leiden (Países Bajos). De allí se envió a la Real Academia de Matemáticas creada por Felipe II, para que los maestros pudieran usarla en sus clases de cosmografía y navegación. Más de cuatro siglos después llegó a las colecciones del MUNCYT a través del Instituto San Isidro, heredero de los instrumentos científicos de la antigua academia y otras instituciones, como el Colegio Imperial y los Reales Estudios de San Isidro.
La ballestilla está construida en madera y forrada de latón. Sus dos partes principales –denominadas virote y transversario– aparecen graduadas para facilitar los cálculos de triangulación. Los instrumentos flamencos como este alcanzaron gran fama en su tiempo por su diseño, factura y exactitud, pero su uso ha dificultado que lleguen completos hasta nuestros días. En el British Museum de Londres, por ejemplo, se conserva una parte de una ballestilla de 1571.
Gualterius Arsenius estaba emparentado con el gran astrónomo y matemático Gemma Frisius, afincado en Lovaina (Bélgica), que también fue el diseñador del modelo de ballestilla que exhibe el museo. De hecho, su nombre figura grabado en uno de los laterales de la preciada pieza.