Un nuevo estudio demuestra que los menores de dos y tres años distinguen los eventos imposibles e improbables. La vivencia de los primeros favorece su aprendizaje porque estos les impulsan a buscar explicaciones y les obligan a reevaluar lo que pensaban que sabían.
Un nuevo estudio revela que los niños de dos y tres años comprenden cómo funciona la posibilidad, incluso antes de conocer palabras como ‘imposible’ e ‘improbable’. Los resultados se han publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
Se trata del primer trabajo científico en demostrar que los más pequeños distinguen entre este tipo de eventos, y aprenden significativamente mejor después de experimentar lo que los investigadores llaman 'situaciones imposibles’.
Queríamos saber si los niños pequeños piensan en estos estados mentales antes de tener años de experiencia y de tener el lenguaje para describirlos
“Los niños pequeños ya piensan en términos de posibilidades”, explica Lisa Feigenson, codirectora del Laboratorio de Desarrollo Infantil de la Universidad Johns Hopkins (EE UU). “Queríamos saber si los niños pequeños piensan en estos estados mentales antes de tener años de experiencia y de tener el lenguaje para describirlos”.
En la investigación se mostró a los menores una máquina de bolas de chicle llena de juguetes. Algunos vieron una mezcla de juguetes rosas y morados, mientras que otros solo vieron juguetes morados. Más tarde, se les dio una moneda para sacar un juguete de la máquina.
Los niños que vieron la mezcla y sacaron uno rosa no se sorprendieron, ya que había alguna posibilidad de obtener un juguete rosa. Sin embargo, algunos niños que vieron solo juguetes morados y sacaron uno rosa, experimentaron una ‘situación imposible’.
Después de cogerlos, se les dijo el nombre del juguete y se les pidió que lo recordaran más tarde. De esta manera, aquellos que vivieron dicha situación imposible aprendieron significativamente mejor que los demás, mientras que los eventos improbables no generaron el mismo impulso de aprendizaje.
Padres y educadores podrían crear momentos de aprendizaje intensificado al presentar situaciones misteriosas a los niños. / Will Kirk | Johns Hopkins University
Feigenson y su colega Aimee Stahl, coautora del estudio, creen que los niños aprenden mejor después de eventos imposibles porque estos les impulsan a buscar explicaciones y les obligan a reevaluar lo que pensaban que sabían. Cosa que no ocurre con los eventos improbables, a pesar de ser sorprendentes.
Los nuevos hallazgos concluyen que los padres y educadores podrían crear momentos de aprendizaje intensificado al presentar situaciones misteriosas que los niños no puedan explicar fácilmente.
Referencia:
Aimee E. Stahl et al.: ‘Young children distinguish the impossible from the merely improbable’. Proceedings of the National Academy of Sciences (2024).