El color, la textura y la inmovilidad son las técnicas de camuflaje más conocidas de los animales. Un nuevo estudio demuestra que desde el Cretácico medio los insectos portan sobre sus cuerpos desechos para esconderse ante sus presas y de sus depredadores. El análisis de los materiales que portaban da pistas acerca de la flora de hace 100 millones de años.
La capacidad de camuflaje de los insectos ha jugado un papel muy importante en su éxito evolutivo. Uno de los comportamientos más fascinantes y complejos es la recogida y el transporte de detritos para evitar ser vistos por los depredadores, pero hasta ahora el registro fósil de que evidenciara esta conducta era muy escaso.
Un equipo de investigadores del Instituto Nanjing de Geología y Paleontología de la Academia de Ciencias de China ha encontrado 35 insectos portadores de detritos, pertenecientes al Cretácico y conservados ámbar birmano, francés, y libanés. Los hallazgos incluyen larvas crisopas (Chrysopidae), mirmeleóntidos (Myrmeleontidae) y redúvidos (Reduviidae) como chinches asesinas (Triatoma infestans), que datan de más de 100 millones de años.
Según el estudio publicado en Science Advances, esta conducta no solo requiere la habilidad para reconocer, recopilar y acarrear los materiales, sino también una serie de adaptaciones evolutivas en sus características morfológicas.
“El descubrimiento de especímenes de ámbar birmano y libanés proporciona certeza adicional de uno de los insectos registrados anteriormente en ámbar español que databa del Mesozoico (aproximadamente 105 millones de años)”, según detalla a Sinc Bo Wang, autor principal de la investigación.
Larvas de mirmeleóntidos en ámbar birmano y francés. / Wang et al. Sci. Adv
Escondite y protección
Los autores afirman en el estudio que estos insectos prehistóricos utilizaban sus patas traseras como palas para depositar sobre sus cuerpos una variedad de desechos, entre los que se encuentran exoesqueletos de insectos, granos de arena, polvo del suelo, tricomas de hojas de helechos, fibras de madera, y otros desechos vegetales.
“Este comportamiento no solo les ayuda a camuflarse cuando acechan a sus presas, sino que también les oculta de sus depredadores y constituye una barrera física protectora ante el ataque”, explica el investigador del Instituto de Geología y Paleontología de Nanjing.
Larvas de crisopas conservadas en ámbar birmano desde el Cretácico medio. / Wang et al. Sci. Adv.
Portadores de pistas
Los resultados asientan la evidencia de que el camuflaje es un comportamiento extendido desde por lo menos el Cretácico medio y proporciona una visión de la estrecha relación entre plantas e insectos.
“Estos insectos portadores de detritos son comúnmente relacionados con hábitats de plantas angiospermas. Sin embargo, nuestros hallazgos sugieren que este comportamiento ya se había extendido antes de la aparición de las plantas con flores en el mundo”, subraya Wang.
La mayoría de las larvas crisopas encontradas acarreaban consigo tricomas de helechos del tipo Gleicheniaceae, componentes importantes de una amplia variedad de floras en todo el mundo desde el Cretácico medio.
La frecuente aparición de estos tricomas en el ámbar birmano sugiere que hubo una serie de incendios forestales durante el tiempo en el que se depositó el ámbar en esta zona, ya que se cree que los helechos son unos de los primeros colonizadores tras un incendio forestal.
Referencia bibliográfica:
B. Wang, et al.: “Debris-carrying camouflage among diverse lineages of Cretaceous insects”. Science Advance. 24 de junio de 2016, 2e1501918.