El gobierno alemán ha abandonado sus planes de introducir el nuevo carburante E-10 con una mezcla de 90% de gasolina y 10% de etanol, y deja de lado la idea liderar una revolución mundial del biodiesel, según publica hoy el diario británico The Guardian. La noticia supone un duro golpe para Alemania, que tiene como objetivo reducir en un 40% las emisiones de CO2 en los próximos 12 años.
El Ministro de Medio Ambiente alemán, Signar Gabriel, tenía previsto introducir el nuevo combustible el año que viene para cumplir con uno de sus ambiciosos objetivos medioambientales, que consiste en que el 20% de todos los carburantes se componga de biodiesel en 2020.
Sin embargo, el gobierno alemán ha tenido que renunciar a este proyecto denominado “mapa de carreteras para biodiesel” tras descubrir que una gran cantidad de coches serían incapaces de funcionar con la mezcla propuesta de gasolina y etanol. El ministro ha confirmado al diario The Guardian que “se ha sobrepasado el umbral de rechazo del combustible, ya que alrededor de un millón de automóviles no podría funcionar con el nuevo carburante”.
Según los expertos, el objetivo está en peligro a causa de la fuerte presión sometida por el Club del Automóvil alemán (ADAC, por sus siglas en alemán), grupo que representa a los importadores de coches y que ha afirmado que unos 3,7 millones de coches, 200.000 de los cuales se fabrican en Alemania, no tolerarían dicha mezcla.
Debido a las repetidas críticas vertidas sobre el carburante, Gabriel prefiere retirarlo antes que empezar un largo debate que “podría crear una nueva incertidumbre sobre las posibilidades de reparar viejos coches y retrasar las fechas límites”. Para el ministro alemán, la responsabilidad para hacer que los coches toleren el biodiesel pertenece ahora a la industria automovilística.
La propuesta de la implantación del E-10 ha sido siempre controvertida. Los más críticos argumentaban que este biodiesel podría producir mayores gastos para los conductores. Por otra parte, los protectores del medio ambiente han avisado de las “devastadoras” consecuencias en el precio de los alimentos en los países en vías de desarrollo si se produce el carburante de forma industrial.
El empleo de este combustible habría tenido como resultado el aumento de las importaciones de aceite de palma y caña de azúcar, procedentes de Indonesia y de Brasil, donde la gran demanda de estos cultivos está causando el retroceso de la selva tropical.