La tecnología, al servicio de las personas con discapacidad. Éste podría ser el lema de la sala multisensorial que acaba de inaugurar Pronisa en su centro abulense Espíritu Santo. Una sala cuyo nombre técnico es Sala de Snoezelen, al aplicarse en ella la tecnología y las ideas desarrolladas por dos terapeutas holandeses (Hulsegge y Verheul) en la década de los ' 70. Ambos, que trabajaban en un centro para personas con discapacidad intelectual severa, observaron cómo obtenían respuestas positivas cuando se les exponía a un ambiente construido alrededor de determinados estímulos sensoriales.
Pues bien, a partir de esta base, la tecnología ha ido perfeccionando una serie de herramientas que ahora se ponen al servicio de los usuarios del Centro, la mayoría con graves discapacidades físicas e intelectuales.
El psicólogo Julio César Aldea es uno de los responsables. Él, como el resto de sus compañeros, tiene claro que “a través de los sentidos filtramos toda la información, signos y estímulos del entorno que penetran en nosotros”. Pero estos chicos no pueden disfrutar de todos sus sentidos, por lo que necesitan una ayuda extra para poder establecer contacto con la realidad objetiva. Y para ello disponen de una sala elaborada por la empresa catalana Handycat. Una tecnología que poco a poco comienza a implantarse en toda España y en la que destaca el aparato que para Aldea es, quizá, el que más beneficia a los usuarios de la sala: la cama de agua. Se trata de una cama en la que, tal y como asegura el psicólogo, “se trabaja el sonido a nivel de la estimulación vibratoria, la estimulación basal”.
Y eso se consigue gracias a la transformación del sonido, que fluye por el líquido que debe permanecer en una temperatura determinada, en movimientos físicos, haciendo que las personas con déficits auditivos sientan el sonido dentro de su cuerpo. Con ello se puede buscar dos objetivos: la relajación de esa persona o, al contrario, la activación de sus órganos internos, poniendo música con tonos más elevados.
Esta misma técnica es la que emplea otro de los aparatos de los que se compone la sala. Se trata de un panel que permite visualizar el sonido, gracias a un receptor que provoca que ese sonido se transforme en luz en la pantalla. Bien con un instrumento de percusión, bien con música de un CD, los profesionales que trabajan con los chicos (fisioterapeutas, psicólogos, logopedas y maestros) les enseñan cómo el color rojo corresponde a los tonos más altos y el verde, a los más suaves. También trabajan la vista con una torre de metacrilato repleta de burbujas que cambian de color según las necesidades del paciente.
Dificultades motoras
Según los expertos, las Salas Snoezelen están indicadas, entre otras personas, para aquellas que sufren graves dificultades motoras. “Las interacciones motóricas suelen ir asociadas a discapacidades intelectuales, y a casos de espasticidad e hipertonía”, comenta el psicólogo de Promisa. Pero también puede beneficiarse de estos aparatos aquellos cuya capacidad de comunicación está seriamente afectada y tienen sus expresiones básicas muy reducidas; para personas con déficits sensoriales, y cuya percepción se encuentra limitada al espacio inmediato; para las personas que no interactúan con sus iguales; o para individuos con problemas de conducta o con conductas autoestimulativas y estereotipadas.
El Centro Espíritu Santo cuenta actualmente con 122 usuarios, y en principio han comenzado a utilizar la sala algo más de 40.“Hay que tener en cuenta que estos chicos padecen limitaciones tanto sensoriales como comunicativas y sociales, y en algunos casos, además, problemas de conducta”, aclara el psicólogo, que ya ha comenzado a observar mejoras en algunos de los chicos, a pesar del poco tiempo que lleva funcionando la sala, desde la que se trabajan no sólo los sentidos de la vista y el oído, sino también el olfato y el tacto.