Las mujeres han tenido más peso en la historia de la ciencia del que se enseña en los centros educativos o del que se muestra en los medios de comunicación. Así queda reflejado en el libro Mujeres en ciencia y tecnología (Editorial UNED, 2012) que han escrito Rosa Mª y Teresa Claramunt Vallespí. La catedrática de Química Orgánica de la UNED, Rosa Mª Claramunt, nos da su punto de vista sobre el papel de la mujer científica en la sociedad actual.
Mujeres en ciencia y tecnología ¿es la revisión de una obra anterior?
Sí, es la actualización de Las mujeres en las ciencias experimentales, un libro que publicamos en 2002. Desde entonces han pasado diez años y como nuestro interés por la igualdad no ha cesado y hemos ido encontrando más ejemplos de científicas destacadas, nos parecía que era necesaria una actualización. Además hemos incorporado a mujeres que han trabajado o trabajan en el campo de la tecnología, como arquitectas, ingenieras, etc.
En el libro destacan la figura family assistant, la mujer que ayuda a su marido, padre o hermano en la investigación. ¿Siempre ha habido una mujer en la sombra de un científico?
Seguro que sí. Si has echado una ojeada al capítulo de las astrónomas, es muy evidente que casi todas trabajaban para un investigador varón, que representaba la autoridad científica. Hay muchas parejas de científicos que vienen reflejadas en nuestro texto y en ellas, el reconocimiento de la labor de la mujer ha costado muchísimo más. Madame Lavoisier, por ejemplo, fue quien, muerto su marido, recopiló todo lo que ambos habían estudiado e investigado juntos. Hoy todo el mundo conoce a Lavoisier, pero en los libros de texto de química, al estudiar la ley de conservación de la masa, a ella no se la menciona.
¿La mayoría estaban casadas?
Yo te diría que no. Quizás las casadas son las que luego se han hecho visibles porque, al conocer lo que ha hecho su marido, se ha visto que al lado estaba su mujer y ha sido más fácil conocerlas. Pero había muchas solteras que lo tenían muy difícil porque entonces necesitaban un padrino. Si no, les habría sido imposible presentar sus descubrimientos o sus trabajos a la sociedad. Existían los doctorados in absentia, tesis que presentaba públicamente un científico varón, normalmente el director del trabajo, porque a las mujeres no les estaba permitido defenderlas en un tribunal. También hay otro patrón: todas eran gente de familias ricas o acomodadas porque eran las únicas que podían financiar sus investigaciones.
Hace unos meses despedíamos a dos científicas que aparecen en el libro, Lynn Margulis y Rita Levi-Montalcini. ¿Tuvieron el reconocimiento merecido en vida?
Ellas son dos ejemplos en los que podría decirse que sí, también influido por el entorno en el que se movieron. Es cierto que Rita Levi-Montalcini, en Elogio de la imperfección cuenta que tuvo dificultades. Necesitó vencer la oposición de su padre para poder matricularse en la universidad, quien creía que medicina era una carrera larga, difícil y poco adecuada para una mujer, y quizás existió también otro factor, su origen judío. Levi-Montalcini tuvo una carrera compleja y, aunque obtuvo el reconocimiento por su descubrimiento del factor de crecimiento nervioso (NGF) en 1971, la concesión del premio Nobel no llegó hasta 1986. Y en cuanto a Lynn Margulis, pienso que también fue reconocida. A ella la escuché en una conferencia que dio en la Biblioteca Nacional y declaró que no había tenido dificultades por su género.
Se sepa o no de ciencia, todos conocemos a Einstein, Newton y Galileo, pero no ocurre lo mismo con las mujeres científicas. ¿Cómo se puede cambiar esto?
Hace falta que se incorporen textos, desde los centros de enseñanza, mostrando modelos y referentes de científicas y tecnólogas. Tengo muchas compañeras, y compañeros, en matemáticas y astronomía a quienes nunca les mencionaron a Sofía, la hermana de Tycho Brahe, que fue la que hizo todas las medidas. Hay que empezar desde abajo, la educación es muy importante. Las cosas no se hacen luego porque sí, porque un día haya un decreto. La sociedad debe estar convencida de que debe existir una igualdad real, y de que si no la hay, debe haberla. Igualdad legal ya existe.
En el libro aparecen reflexiones de Charles Darwin y Santiago Ramón y Cajal en las que no consideran a las mujeres como iguales. ¿Cómo es posible que científicos de esa talla pensaran eso?
Es desconocimiento. En una entrevista a Pedro Almodóvar, por la película Hable con ella, en la que aparecía Paz Vega, a él le preguntaron sobre los personajes y dijo algo así como “a pesar de ser científica es muy mona”. Con declaraciones de este tipo vemos que hay estereotipos muy arraigados. Es un problema educativo, en definitiva. Por eso nosotras insistimos en que hemos actualizado este texto y ojalá consiguiéramos que, en secundaria, por ejemplo, al haber incorporado esos modelos de mujeres científicas, el alumnado se sensibilice con las cuestiones de igualdad y no ocurra lo que está pasando en este momento, en que se está produciendo una involución de la sociedad en ese aspecto.
Existen varios premios de carácter científico dedicados solo a mujeres. ¿Lo ideal sería que estos galardones no existieran?
Claro, la igualdad vendría de que no tuviera que haber unos premios específicos dedicados a reconocer esa labor. Yo creo que sí, que la igualdad real llegará cuando al repasar el listado de premios Nobel no veamos una desproporción tan evidente entre hombres y mujeres que han recibido ese galardón. Lo ideal sería que hubiera un incremento considerable de mujeres premiadas.
En el libro el hijo de una de las científicas hace este comentario: “She likes being very busy”. ¿Qué opina de esta frase?
Como las mujeres tenemos tantas cosas que atender, hay una especie de creencia generalizada de que para nosotras es más fácil porque estamos acostumbradas a hacer muchas acciones diferentes a la vez. Qué remedio.
‘Supermujeres’ a la fuerza...
Un poco sí, y eso al final pasa factura porque en un momento determinado, a lo mejor a una mujer le ofrecen una promoción profesional y ella misma renuncia, precisamente porque tiene esas cargas. Lo de superwoman no es verdad y, cuando la mujer tiene que decidir, normalmente se inclina por la esfera personal.
¿Seguimos asociando a la mujer con el cuidado de los hijos?
Yo creo que quizás ese no es tanto el problema ahora mismo. Lo es el cuidado de las personas mayores, nuestras madres y padres, que recae esencialmente en las mujeres. El prolongar el tiempo de vida de los seres humanos ha dado lugar a que, en ocasiones, en las familias haya personas mayores que atender y eso recae sobre todo en las mujeres. Ante esta situación, habría que plantear una acción política clara y definida para favorecer la igualdad, que se concilie el trabajo y la familia en género, en femenino y masculino. Las mujeres cuidamos siempre primero a las criaturas y después, a las personas mayores.
¿Qué opina del sistema de cuotas?
Yo lo discuto mucho con las personas de mi entorno y siempre pongo el ejemplo, de Sudáfrica, Nelson Mandela y la acción afirmativa. Aquello era mucho más grave porque era una discriminación que suponía una violencia y una serie de injusticias mayores, pero es igual. El día que haya tantas mujeres como hombres, entonces nos plantearemos si quitamos las cuotas. Otra sensación que percibo es que todas las mujeres que ocupan puestos importantes deben ser extraordinariamente buenas. Eso no es igualdad. Hay varones muy buenos, buenos, normales, menos buenos… La igualdad se conseguirá el día que los diferentes comportamientos, aspiraciones y necesidades de las mujeres y los hombres se consideren, valoren y promuevan de igual manera. Igualdad, a todos los niveles, cuando tengamos un colectivo con excelentes científicas, como Margarita Salas por ejemplo, pero que haya muchas más, todas con visibilidad, es cuando se habrá conseguido.
¿Qué hace falta para que dentro de otros diez años no haga falta una nueva actualización del libro?
En este momento de crisis económica, donde se observa que hay un retroceso en la incorporación de las mujeres al mercado laboral por el problema del paro, te diría que no lo sé. Hace cinco años, te habría sugerido que quizás era la propia mujer la que debe ser consciente de su valía y de su papel, y que no debe retroceder ante determinadas situaciones u ofertas que se le plantean. Y no quiero decir que sea responsabilidad de las mujeres, porque la sociedad no les favorece. Lo que creo es que la igualdad debería abordarse políticamente.
A pesar de lo difícil que lo tienen las mujeres para ascender en su carrera científica, ¿cómo se explica que haya cada vez más presencia femenina en los grados de ciencias?
Las mujeres tienen que ser conscientes de que lo pueden hacer y que les merece la pena. A mí también me ha pasado. Hay ocasiones en las que dices, “estoy tan cansada y ahora me piden que haga esto, pues que pongan a otra persona, que yo ya tengo bastante con lo que atiendo”. También me he encontrado con algunas mujeres que no creen en la acción positiva, que creen que se tiene que llegar a un puesto por lo que se vale, pero luego hay tantos ejemplos en que ves que la elección la ha condicionado el género y no la valía. Y si, también en la universidad.
¿Qué presencia tienen en la UNED las investigadoras?
En investigación puede que haya muchas mujeres pero, ¿cuántas son investigadoras principales de proyectos? Muy pocas, y a nivel de doctorados Honoris Causa, del total solo hay cuatro mujeres. Eso nos está diciendo algo. Seguro que la persona que lea este libro descubrirá nombres que no había oído nunca. La gente conoce a Marie Curie y a Rosalind Franklin porque en eso se ha insistido mucho, pero yo pregunto a mis estudiantes de Química si conocen a Dorothy Crowfoot Hodgkin, que es premio Nobel y estableció la estructura de la penicilina, de la vitamina B12, de la insulina, y no saben quién es. Hay mucho que hacer en ese terreno.
Solo para medios:
Si eres periodista y quieres el contacto con los investigadores, regístrate en SINC como periodista.