La ciencia forma parte de su vida desde hace 25 años. Primero, desde el mundo del periodismo científico; después, a través del Observatori de Comunicació Científica y Médica la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Preguntamos a Vladimir de Semir por el devenir de la comunicación científica.
¿Era necesario un año dedicado a la Ciencia?
Era indispensable para focalizar la atención en la Ciencia, pero ha de tener una continuidad el esfuerzo de este año. Además, creo que debería haber contado con el apoyo económico necesario.
¿Debemos seguir centrándonos en la divulgación científica?
Creo que es necesaria la práctica de lo que entendemos por divulgación científica, sin olvidar que ha de ser complementada con otras formas de comunicar la ciencia. La comunicación social de la ciencia va ha de ser un objetivo máximo de interrelación de la actividad científica con la sociedad que la envuelve. En este sentido, tenemos que innovar e ir mucho más allá en la práctica de la divulgación científica, aunque el término con el que lo llamemos – comunicación social, divulgación… - no me importa demasiado.
¿Qué papel desempeña la cultura científica en la sociedad del siglo XXI?
Ha de ser el catalizador de la reacción en cadena I+D+I. Si no hay un ecosistema cultural que entienda y acompañe las causas por las que se hace ciencia, ni la figura del científico ni la figura de la ciencia en general se entenderán, ni se apoyarán. Por tanto, soy partidario de añadir una variable a esa reacción que sería I+D+I+C; C de Cultura científica o de Conocimiento científico.
¿Qué crees que puede aportar el proyecto ESCITY en esta nueva forma de comunicar la ciencia?
Europe, Science and the City (ESCITY) puede ampliar el círculo de la comunicación social de la ciencia, mayoritariamente hecha desde la propia ciencia. La apuesta es incorporar el mundo de la cultura como agente activo en la comunicación social de la ciencia, de las concejalías de cultura, de los ayuntamientos, como estamos haciendo con el Instituto de Cultura de Barcelona.
¿Hay otras entidades locales, a parte de Barcelona, que están en disposición de unirse a este proyecto de “ciudades por la ciencia”?
En este momento, A Coruña y Granada ya se han sumado a esta iniciativa y esperamos que, en breve, otras se animen a participar.
Y desde el informe Quiral, donde ustedes recogen y analizan las noticias de salud que aparecen en los cinco periódicos principales de España, ¿cuál es la radiografía de la comunicación orientada hacia temas sanitarios?
El informe Quiral ha detectado que, en esta última década, ha habido un gran incremento de circulación de información y que, seguramente, esto se debe de compensar con una mejor preparación tanto de los focos emisores de esa comunicación como de los periodistas que la generan, aumentando su masa crítica. Y al mismo tiempo, quizá es necesario cambiar de paradigma e ir a menos información pero con más contexto y más en profundidad.
¿Qué reflexiones le sugieren los resultados de la última encuesta de percepción social de la ciencia de la FECYT?
No avanzamos demasiado porque los resultados se asemejan a anteriores encuestas, igual que ocurre con el Eurobarómetro. Esta situación nos tendría que hacer reflexionar sobre si los cauces son suficientes para esa comunicación social de la ciencia o si deberíamos innovar también en este campo y sumar, como he comentado antes, otras áreas como las de cultura.
La preocupación por la ética, sobre todo por la bioética, se ha incrementado en los últimos tiempos. ¿A qué se debe?
Hay un incremento enorme de la circulación de información, lo que hace necesarios que nos paremos a analizar cómo se hace esa circulación, si está bien hecha o mal hecha, y si éticamente es compatible con las necesidades que tiene una sociedad moderna.