Guillermo Calleja es doctor en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid. Investigador post-doctoral en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, EE UU), actualmente es Catedrático de Ingeniería Química en el Departamento de Tecnología Química y Ambiental de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) de Madrid.
¿Cuál es el reto energético más importante que se plantea actualmente?
Los retos más acuciantes de la sociedad actual radican en el dilema que supone abastecernos de energía sin producir daños ambientales ni emisiones de CO2. El planeta tiene cada vez más habitantes y el crecimiento demográfico es muy alto, sobre todo en países en vías de desarrollo como China, India, o Brasil. Esos países están demandando una cantidad de energía enorme y tienen una economía y una expansión demográfica en pleno crecimiento, por lo que la demanda de energía de aquí a los próximos decenios va a ser muy considerable. A estos países no se les puede negar la oportunidad de desarrollarse igual que otros países, como hicieron en su momento los de la UE o los EE UU. Por tanto, el gran reto de todo el planeta es el de cómo conseguir esa energía en creciente demanda sin provocar problemas ambientales. Si no hacemos nada para asumir este problema, el coste va a ser muy alto, inaceptable.
¿Qué papel juegan las energías renovables?
Hoy las energías renovables no son la solución única al problema energético, son un elemento más que ayuda a reducir esa dependencia de los combustibles fósiles y a mantener un sistema energético sostenible, pero hoy son muy caras. Algunas están subvencionadas y mantienen un precio estable, pero esto no se podrá sostener permanentemente. En cualquier caso, hoy las energías renovables no pasan de ser un 10 o un 12% del total de energía primaria que se consume, y el objetivo en la Unión Europea es alcanzar un 20 % para 2020. Ese porcentaje siendo en todo caso muy bajo, es decir, el petróleo seguirá siendo el rey de las energías por mucho tiempo. No obstante, las energías renovables desempeñarán un papel cada vez más importante, aunque estén limitadas por razones de coste y razones tecnológicas. La tecnología tiene la solución, si se consigue mejorar hasta que se vuelvan realmente competitivas.
Entonces el petróleo no se acaba…
No, no es cierto que nos vayamos a quedar sin petróleo, vamos a tener todo el petróleo que queramos y más. Sin embargo, lo que si se acaba es el petróleo barato, por lo que cuando las actuales energías “baratas” se sigan encareciendo, las renovables podrán ser más competitivas y así el desplazamiento de unas por otras será cada vez mayor y más rápido.
Una de las mayores apuestas para reducir la emisión de gases se deposita en el coche eléctrico, aunque hay muchas dudas sobre su implantación real en el sistema de transportes. ¿Cuáles son esos problemas?
Actualmente existen dos coches: el híbrido y el eléctrico. El híbrido utiliza un motor eléctrico y un el motor de gasolina. Cuando no se le piden al vehículo grandes velocidades y grandes prestaciones actúa el motor eléctrico y cuando se le piden grandes distancias y altas prestaciones actúa el motor de gasolina. Esto ya supone un ahorro grande y por ello el coche híbrido ya está en el mercado a precios asequibles y competitivos. El vehículo eléctrico puro todavía no está en el mercado. Existen prototipos, pero aun presentan el problema de las baterias. Las baterías son pesadas, ocupan gran espacio y volumen, no tienen una fiabilidad suficiente y no están normalizadas. Por lo tanto, es un reto mejorar su funcionamiento en cuanto al almacenamiento y la recarga de energía.
Así que queda mucho trabajo todavía...
Si los mil millones de vehículos que hay en el mundo fueran eléctricos y por la noche todos los recargan a la vez, el consumo de energía eléctrica sería brutal y tendríamos apagones continuamente. Entonces, ¿Dónde podríamos enchufarlo?, ¿A qué hora?, ¿Cómo distribuimos esa recarga de energía para que no haya picos brutales que hagan caer la red? ¿Dónde los situamos? ¿Cuánto tiempo? ¿Una hora o cuatro horas? Estas cuestiones son las que hacen que el vehículo eléctrico puro esté intentando aparecer en la escena comercial, sin haberlo conseguido todavía. Sin duda, queda un gran trabajo por delante.
Otro tipo de energía que será protagonista en un futuro próximo es el hidrógeno, una materia en la que usted es experto, ¿en qué momento se encuentra la explotación de este gas limpio?
No existen yacimientos de hidrógeno, ni existe el hidrógeno libre como tal, al contrario que el petróleo y el gas natural, que sólo hay que “tomarlos” de la tierra, pues ya están producidos. La producción, almacenamiento y compresión del hidrógeno son difíciles y costosos, pero a diferencia de la electricidad, el hidrógeno se puede almacenar en grandes cantidades. Por tanto, la opción del hidrógeno es una opción de futuro, y hace que cada vez esté más cerca de nosotros el coche de pila de hidrógeno. Con todo, todavía no hay coches de hidrógeno en el mercado, sólo hay prototipos piloto, pero serán mucho más eficientes que cualquier otro sistema.
¿Una pila de hidrógeno?
La pila de hidrógeno que alimentaría el coche eléctrico es todavía costosa y de fiabilidad limitada; además, se requiere que haya un mercado competitivo de hidrógeno, obtenido de forma limpia. El hidrógeno se encuentra en el agua y su extracción requiere mucha energía, que habrá de provenir de las renovables. Aún pasarán 20 años hasta que veamos flotas de vehículos de hidrogeno en el mercado; serán caros pero como seguirá subiendo el precio del petróleo, los precios se equiparán y podrán competir. Es decir, tenemos la tecnología, podemos desarrollarla y el principal problema al que nos enfrentamos es el económico.
Los biocombustibles pueden ser otra opción de futuro.
En realidad no son una opción futura, pues ya están en el mercado. Son una parte muy importante dentro del mapa de las energías, y representan casi un 10% de los combustibles de automoción. En Brasil, por ejemplo, el bioetanol - el alcohol obtenido a partir de caña de azúcar- está extendidísimo y lo consumen más del 60% de los vehículos. Lo mismo ocurre con el biodiesel; los aceites que no sirven para alimentación y los residuos lignocelulósicos (agrícolas, forestales) constituyen una materia prima que se puede convertir en biodiesel y eso ya se está haciendo. La mezcla del biodiesel con los combustibles fósiles del petróleo suponen una importante reducción del consumo y de las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que el CO2 del biodiesel se incorpora al ciclo natural del carbono. Los biocombustibles servirán en el futuro para reducir la dependencia energética, evitar daños ambientales mayores y mejorar la eficiencia energética.
En un nivel más político, ¿cómo valora las medidas impositivas que se aplican a la energía y decisiones de gobierno en este sentido?
En los temas de energía hay muchos elementos en juego y cada país tiene unos intereses distintos; al final son los políticos y no los tecnólogos los que toman las decisiones. La imposición de un gravamen a la energía es un tema muy tentador, así como los impuestos a los vehículos y a los combustibles de transporte. Se trata de una forma de recaudación importante, la mayoría de países lo hacen y está bien que así sea. El caso de las energías renovables es distinto. Éstas tienen subvenciones para favorecer su implantación, y muchas están exentas de impuestos, lo que facilita su entrada en el mercado. El día que se implanten definitivamente en el mercado, seguro que irán gravadas con impuestos, como todas las demás.
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