“El hospital plantea dilemas éticos con los que se encuentran los médicos a diario”

Amàlia Lafuente (Barcelona, 1952) es la actual secretaria del departamento de Anatomía Patológica, Farmacología y Microbiología de la Universidad de Barcelona e investiga en el campo de la Farmacogenética. En su vertiente como escritora vuelve con una novela médica sobre las terapias antienvejecimiento. La obra, Terapia de riesgo, se presentará el próximo 14 de noviembre y examina las interioridades de un hospital público con actividad privada y un instituto de investigación.

Amàlia Lafuente
Amàlia Lafuente, catedrática de Farmacogenética de la UB y escritora. / Cris Latorre

La obra comienza con la inauguración de un fastuoso hospital en época de recortes y de un instituto de investigación financiado por mecenas. ¿Es este un escenario cercano al real?

La obra tiene una voluntad realista. De hecho, empieza con la inauguración de un hospital que ni siquiera se puede abrir al 100% debido a la carencia de recursos. Por otro lado, es un centro que combina la práctica pública con la privada, un tema de mucha actualidad; dado que muchos hospitales buscan estas fuentes de financiación alternativas. Este es un modelo discutido; ya que crea cierta ambigüedad en la utilización compartida de recursos y personal sanitario. En el sótano, el hospital cuenta con un área de investigación financiada por una fundación privada. Esta es también una situación frecuente hoy en día. A través de donaciones de personas adineradas, agradecidas por tratamientos previos, se crean institutos y centros de investigación.

¿El libro se posiciona sobre este modelo o sobre algún aspecto concreto de su funcionamiento?

En este escenario, la obra se posiciona en algunos puntos concretos, como por ejemplo en el hecho de que a las fundaciones, a pesar de ser privadas, se les tiene que exigir el mismo rigor en la gestión que si fueran públicas. Además, la novela quiere despertar cierto punto de inquietud en el sentido de que nadie controla realmente los procedimientos éticos de la investigación. Los proyectos tienen que pasar por comités rigurosos; pero los investigadores somos conscientes de que después no tenemos ningún policía detrás que vele para que todo se haga correctamente.

¿Hay personajes negativos?

Necesariamente. Sin personajes negativos no hay conflictos, y sin conflictos no hay novela. Evidentemente, creo en la honestidad de la gran mayoría de los médicos; pero tengo que buscar tipologías que me ayuden a construir la trama. En esta novela aparece el médico que se mueve por intereses lucrativos, que es capaz de hacer intervenciones que no están indicadas para hacer caja: este sería un perfil de médico ligado a una mala praxis en la medicina privada. El otro personaje negativo sería el médico ‘excelso’, que se mueve por prestigio personal para publicar, para ir a congresos, que piensa más en el reconocimiento de sus colegas que en el beneficio de sus pacientes. A pesar de que es una tipología minoritaria, también existe.

“Creo en la honestidad de la gran mayoría de los médicos; pero tengo que buscar tipologías que me ayuden a construir la trama”

Como en tu primera novela, esta también da a conocer la estructura y el funcionamiento del mundo de la investigación y los jefes de equipo, los becarios, los doctores…

La protagonista es una estudiante predoctoral que no ha llegado a doctorarse, a pesar del paso de los años. Diríamos que se ha ‘cronificado’ y parece la madre del resto de doctorandos. Al incorporarse al nuevo hospital, le dan la oportunidad de estabilizarse. Me gusta describir cómo funciona todo ese mundo de la investigación, y sobre todo sus dificultades, porque es muy desconocido para la población.

¿Considera que este perfil de estudiante predoctoral cronificado es real?

Hay mucha gente que encadena contratos, con proyectos o con empresas privadas. Van sobreviviendo; en algunos casos acaban convirtiéndose en técnicos de laboratorio. En España tenemos el problema de que la mayoría de centros no tienen una plantilla de técnicos de laboratorio, y esta carencia se suple con los becarios. Desgraciadamente, los formamos como doctores a pesar de que muy probablemente no tendrán un lugar para ejercer su trabajo investigador.

¿Terapia de riesgo es una novela negra?

A mí me gusta definirla como una novela de misterio con dos grandes enigmas: el primero es saber si se dan actividades irregulares en este hospital, alrededor de terapias experimentales. El segundo gran enigma, que es el que más preocupa a la protagonista, es saber si su marido, un cirujano plástico que se ha trasladado con ella a este hospital, está involucrado en dichas actividades irregulares. Esta es la parte más literaria de la novela; puesto que explora el mundo de la pareja, las dependencias emocionales, las influencias, etc.

Otro tema destacado en la obra es el de la medicina estética y plástica.

Son prácticas que se han disparado en los últimos años. La práctica de la cirugía estética se ha multiplicado por dos en los últimos quince años, y la de la medicina estética —técnicas no invasivas como rellenos con ácido hialurónico, geles, grasa autóloga y otros procedimientos— se ha multiplicado por ocho. Hoy en día, con los conocimientos de la biología molecular, estamos ante un reto apasionante, que es el del antienvejecimiento integral. Actualmente se alarga la vida alargando la enfermedad. Envejecimiento y enfermedad constituyen un binomio indisoluble. La idea ahora es separarlos, por calidad de vida y también por temas de sostenibilidad del sistema sanitario. Con este objetivo se está invirtiendo mucho en el estudio del antienvejecimiento ‘serio’, en campos que van desde las células madre a los moduladores de la telomerasa o los activadores de las sirtuínas: un conjunto de investigaciones que son de primera línea y que en los últimos años han estado presentes en los premios Nobel.

¿Cuál es su relación personal con este tema?

Soy hija de un cirujano plástico. Durante los años 50 y 60, las consultas de los médicos estaban en casa. Cuando volvíamos a casa del colegio, no se podía hacer ruido. Mis hermanas y yo ayudábamos a mi madre a doblar gasas y a preparar los guantes. Vivíamos intensamente las preocupaciones de mi padre por sus pacientes y sus ilusiones. A partir de los diecisiete años empecé a ayudarlo también en el quirófano, y las intervenciones eran similares a las actuales. En aquel tiempo, estaba más de moda sacarse pecho que ponerse prótesis.

“Actualmente se alarga la vida alargando la enfermedad; envejecimiento y enfermedad constituyen un binomio indisoluble”

En algunos momentos del libro se critican algunos de los tratamientos que se realizan actualmente para mejorar la estética o para tratar ciertas sintomatologías, como por ejemplo la de la menopausia.

El libro muestra la situación actual en el uso de terapias sustitutivas con estrógenos, un tratamiento con el que está de acuerdo una parte de los ginecólogos, mientras que otros están completamente en contra. Es un tema polémico de actualidad, y los estudios al respecto son controvertidos. Lo que se sabe es que, en estudios in vitro, los estrógenos son proliferativos; pero dentro del organismo hay otros mecanismos de regulación. Es un tema interesante en el que no me posiciono.

¿Es la novela médica un buen género?

En España hay poca literatura de este género. Hay mucha afición a las series médicas televisivas, pero todavía se lee poco. La novela puede complementar muy bien al medio audiovisual; puesto que permite abordar los conflictos bajo un punto de vista más intimista y puede hacer evolucionar a un personaje a lo largo de una historia con un principio y un final. En este sentido, Teràpia de risc es una novela-novela, donde el protagonismo lo tienen las relaciones humanas de amor-odio, envidias, traiciones, sexo, ambiciones, todo ello en un marco hospitalario donde estas pasiones se llevan al límite, precisamente por ser un medio donde la vida, la enfermedad y la muerte están muy presentes. El entorno del hospital te permite hacer aflorar muchos dilemas éticos con los que se encuentran los médicos diariamente.

Fuente: UB
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