La falta de sueño prolongada aumenta la actividad nerviosa simpática durante el descanso nocturno, lo cual eleva el riesgo de padecer dolencias cardiacas, según un estudio en el que ha participado la Universidad Politécnica de Madrid.
Un nuevo estudio señala que las deleciones, alteraciones del ADN mitocondrial que suponen la perdida de material genético, se producen años antes de la aparición de los síntomas motores y cognitivos de esta enfermedad.
Los trastornos relacionados afectan a un 22-30 % de la población y más de 4 millones de personas padecen algún tipo de afección crónica y grave en España. Solo están diagnosticados un 10 % de los casos, según la Sociedad Española de Neurología.
A mayor frecuencia de consumo, menos horas se duermen por la noche. Así concluye un estudio noruego, realizado con más de 50.000 personas de entre 18 y 35 años, que incluso relaciona su ingesta ocasional con un mayor riesgo de los trastornos asociados.
Cuando anidan, estos animales tienen períodos de sueño de más de once horas al día, pero no todos a la vez. Además, se quedan dormidos en miles de ocasiones, pero solo durante unos cuatro segundos, para poder mantener la vigilancia sobre sus nidos.
Este ‘relojero de la vida’ alerta en su última obra, Cronobiología: Una guía para descubrir tu reloj biológico, de cómo las sociedades modernas están alterando nuestros ritmos circadianos. También nos invita a conocer nuestro “cronotipo” y a mejorar nuestra salud mediante la regularidad de hábitos, los contrastes y la sincronización con el medio ambiente.
Las personas con una mayor predisposición genética a dormir poco tienen más probabilidades de desarrollar futuros síntomas depresivos. Sin embargo, en las que presentan más predisposición a la depresión no se detecta una mayor probabilidad de dormir poco, según un estudio con más de 7.000 personas en Reino Unido.
Al igual que nosotros, estos animales transitan entre dos fases de sueño: una tranquila y otra activa, parecida a la fase REM de los mamíferos. Esto podría sugerir que tienen la capacidad de soñar durante el tiempo de descanso.
Mediante la captura de imágenes y la exposición a estímulos sensoriales, un equipo de científicos de Brasil ha corroborado que la especie de pulpo Octopus insularis alterna etapas de sueño tranquilo con otras de sueño activo, parecidas a las fases REM y no REM de los vertebrados.