Los individuos que aprenden inglés como segundo idioma desarrollan una estructura de la materia blanca del cerebro similar a la de los bilingües. Los resultados indican que tanto unos como otros mejoran la cobertura de mielina, la responsable de garantizar la transmisión de conocimiento. Estos beneficios pueden darse hasta en edades adultas –independientemente del uso continuado de la lengua–.
Investigadores estadounidenses han creado el primer mapa de las conexiones de la materia blanca. Gracias a ello, los autores han observado cómo todas las conexiones cerebrales no son igualmente importantes.