En 2050 reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera será un 70% más caro, según los expertos reunidos hoy en la Universidad Rey Juan Carlos, a no ser que se apliquen técnicas de captura y almacenamiento de los gases. Con estas tecnologías, incluso se podría convertir el CO2 en un recurso industrial, en lugar de tratarlo como un residuo.
Los costes para la reducción de emisiones incrementarán en un 70% en 2050 si no se captura y almacena el CO2. Así lo ha afirmado Mercedes Maroto-Valer, Directora del Centre for Innovation in Carbon Capture and Storage, de la Universidad de Nottingham (Reino Unido), en la jornada "El CO2, ¿problema o recurso? Nueva visión de su captura, transformación y utilización", dentro del marco de los Cursos de Verano que organiza la Fundación de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
Vicente Cortés Galeano, Director del Programa de Captura de CO2 de CIUDEN, que está poniendo en marcha un centro de desarrollo de tecnologías puntero a nivel mundial en El Bierzo, ha apuntado que la energía sin CO2 es más cara que aquella que no implica técnicas de captura. No obstante, dadas las restricciones presentes y futuras a las emisiones, es preciso trabajar de manera intensa para que las tecnologías de captura se conviertan en una “herramienta imprescindible para una economía competitiva baja en carbono” ya que “la captura de CO2 aportará un 19% a la reducción de emisiones a la atmósfera”, han señalado los científicos.
Además, Lourdes Vega, Directora de I+D de la empresa Carburos Metálicos, perteneciente al grupo multinacional Air Products, y Directora del centro MATGAS, centro de excelencia en CO2 y sostenibilidad, ha señalado una posibilidad “muy seductora” que ofrecen estas tecnología ya que, a pesar de que tras la captura es necesario almacenarlo y transportarlo, también existe la posibilidad de reutilizar grandes cantidades de CO2 y “en lugar de tratarlo como un residuo, convertirlo en un recurso con nuevas aplicaciones industriales dando paso a una técnica totalmente sostenible y atractiva para la economía, para la sociedad y para el medio ambiente”, señala Vega.
Todos destacan el reto económico al que se enfrentan estas tecnologías e insisten en que para alcanzar un grado de interés para los inversores necesitan un apoyo institucional muy importante. Han destacado el papel fundamental que cumplirán las nuevas técnicas de captura y almacenamiento de CO2 dentro del plan europeo para la reducción de emisiones a la atmósfera para 2050, que prevé que en esa fecha prácticamente toda la electricidad producida en la UE esté exenta de emisiones de CO2 para obtener resultados significativos en la lucha contra el impacto del cambio climático.
Actualmente, capturar una tonelada de CO2 cuesta entre 60 y 90 euros mientras que la adquisición de derechos de emisión es de 15 euros por lo que será cuando los precios de mercado de ambas opciones se encuentren cuando la tecnología se convierta en competitiva. Por tanto, Cortés reconoce que para implementar estas técnicas en el mercado en los próximos años, es necesario “un esfuerzo ingente”.
Desconocimiento público y la dependencia de las economías emergentes.
Otro punto en el que han hecho hincapié los ponentes es en el desconocimiento público sobre estos temas. La investigadora Maroto, ha insistido en la necesidad de “demostrar ante la opinión pública que esta tecnología es segura, fiable, que no contamina y que puede ser competitiva”, para lograr una aceptación social sobre el almacenamiento geológico de CO2.
Otro de los retos a la hora de continuar la investigación no sólo es relativo a la cuestión económica o social sino a la falta de recursos humanos y personal cualificado. Maroto también ha destacado la importancia de los países emergentes para conseguir avanzar en la investigación y conseguir una cuota de mercado y una reducción de emisiones. “Se trata de un problema global con soluciones locales y estas no llegarán de Europa sino desde las economías emergentes, especialmente India y China. La situación de la economía en Europa no mejorará si no mejoran las economías en Asia, y lo mismo ocurre con el trabajo en investigación”.