Se acaba de estrenar en las salas de cine de toda España Caminando entre dinosaurios. Esta película, basada en la serie de la BBC del mismo nombre, continúa la saga de filmes de ficción que tienen a estos grandes reptiles como protagonistas. Hablamos con asesores científicos de la película y la serie, así como con expertos españoles que comentan los errores más típicos del 'género' y dan su opinión sobre esta clase de obras cinematográficas.
Patchi es el protagonista de la película Caminando entre dinosaurios, un filme basado en la serie documental de la BBC Walking with Dinosaurs, que se ha estrenado esta semana. Su nombre no se debe a que sea vasco, sino a la especie a la que pertenece: Pachyrhinosaurus.
Este ceratópsido, pariente del popular Triceratops, era herbívoro y vivía en el noreste de América del Norte hace entre 73 y 69 millones de años. Actualmente se conocen tres especies distintas de este dinosaurio, todas ellas repartidas entre Canadá y Alaska.
A Patchi se le define en la película como “curioso y optimista”, una cría más de una gran manada que pasa de ser el más pequeño de todos a convertirse en un héroe.
Muchas de las características que se atribuyen a los dinosaurios en los filmes no se corresponden con la descripción científica de estos grandes reptiles. Algunas, como el hecho de que hablen, son concesiones cinematográficas coherentes con el género; sin embargo, también son numerosos los gazapos científicos.
En el caso de Caminando entre dinosaurios –tanto si se refiere a la famosa serie de la BBC, como a la película–, la producción contó con investigadores expertos que indicaron a los productores cuestiones relativas al comportamiento y complexión de estos animales prehistóricos.
“Nuestra aportación se centra en aspectos tales como la apariencia, el color y el movimiento de los animales. Les asesoramos también con características referentes a la vegetación que los rodeaba, la temperatura del aire o las diferencias estacionales que caracterizaban su entorno”, declara a SINC uno de los asesores de la película, Scott Sampson, vicepresidente y jefe de Conservación de la división de Investigación y Colecciones del Museo de Naturaleza y Ciencia de Denver (EE UU).
En el caso de los Pachyrhinosaurus su principal peculiaridad es la ausencia de los típicos cuernos occipitales y nasal presente en la mayoría de ceratópsidos. En su lugar, tenían unas protuberancias óseas, especialmente desarrolladas en la zona nasal, que le dan al cráneo un aspecto robusto. Patchi es un fiel reflejo de todo esto.
Ni corrían mucho, ni tenían expresión en su rostro
Los fallos que más se repiten en este tipo de películas son, entre otras, que muestran a los dinosaurios corriendo demasiado rápido –los más grandes eran relativamente lentos e incapaces de correr a la velocidad de un jeep en una persecución– y en muchas ocasiones se les atribuye erróneamente emociones y reacciones de tipo humano como, por ejemplo, celos o duelo.
Porque, ¿quién no ha sentido empatía cuando Piecito, el diplodocus protagonista del filme infantil En busca del valle encantado, sonríe a todo el que se le acerca? Sin embargo, las expresiones faciales son otro de los fallos que se cometen al representarlos. Los dinosaurios no tenían músculos en su rostro y eran incapaces de recrear gestos como los de los humanos.
“Para reflejar a los personajes de Caminando entre dinosaurios de la forma más fidedigna les explicamos cómo manifestar emociones sin necesidad de utilizar las expresiones faciales, es decir, a través de los movimientos de los ojos, la cabeza, el cuerpo o la cola, y también cómo los dinosaurios probablemente interactuaron entre sí. Por ejemplo, en su conducta de anidación o en su comportamiento depredador”, añade Sampson.
Pero no es fácil, ni siquiera para los científicos, recrear cómo eran algunos de estos seres, porque de muchas especies se han recuperado escasos restos fósiles o son únicos y no permiten compararlos con otros ejemplares. Del Argentinosaurus, por ejemplo, solo se conocen once huesos.
Si bien el aspecto externo de los dinosaurios queda sujeto a criterios artísticos y estéticos de cada época, el movimiento se basa en estudios de anatomía comparada, modelos matemáticos e ingeniería.
“Una de las fuentes de información de los que disponemos los paleontólogos para reconstruir la locomoción de los dinosaurios son los restos y huellas de estos animales. A partir de ellos se puede determinar la velocidad de desplazamiento”, enfatiza Albert García Sellés, del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont.
Cuatro traspiés clásicos del 'género'
Además de estos, existen cuatro errores que no pueden faltar en ninguna película de dinosauros que se precie. El primero de ellos es identificar como dinosaurio a casi cualquier reptil extinguido.
En muchas películas hemos podido ver y oír hablar de ‘dinosaurios voladores’ o ‘dinosaurios marinos’. Pues bien, esto es completamente erróneo. Por definición los dinosaurios eran reptiles exclusivamente terrestres que se caracterizan por tener las patas situadas debajo del cuerpo (como los mamíferos actuales), entre muchas otras características. Cualquier otro animal terrestre que no cumpla con dichos requisitos no puede considerarse un dinosaurio.
El segundo fallo clásico es situar a humanos y dinosaurios coexistiendo en el espacio y el tiempo. No importa el motivo por el cual se ha llegado a esta situación, además, casi siempre entran en conflicto.
En un escenario realista, humanos y dinosaurios jamás podrían coexistir porque los separan 65 millones de años y porque nadie ha clonado un dinosaurio, aunque algunos como Jack Horner, paleontólogo que participó como asesor científico en Parque Jurásico, no se rindan. “El ADN no se conserva tanto tiempo como para ser recuperado, y también hay que tener en cuenta la incompatibilidad genética con las posibles especies huésped”, argumenta García Sellés.
Para dar más espectacularidad, muy frecuentemente se eligen también especies de distintas edades, separadas por millones de años, y de distintos continentes, que se hacen coincidir en un entorno totalmente ajeno a su condición. Es el tercer error: “dinosaurios juntos y revueltos”.
Y el último, pero no menos manido, “los dinosaurios son monstruos”. Existe la creencia popular que eran animales violentos, con un único propósito en la vida: pelearse entre sí.
“La iconografía clásica de principio de siglo pasado de un Triceratops defendiéndose de los ataques de un Tyrannosaurus ha calado muy hondo en nuestro imaginario colectivo. Es un grave error suponer que los dinosaurios eran seres desalmados. Estas criaturas eran animales tan o más complejas como los mamíferos actuales. Tenían estructuras sociales complejas, incubaban sus huevos, cuidaban a sus crías, vivían en grupos, etc. En resumen, una vida que rara vez se refleja en la gran pantalla”, comenta el catalán.
Del documental a la ficción
Luís Alcalá, director de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel – Dinópolis subraya que no hay que confundir realidad con ficción. “Los astrofísicos no acostumbran a señalar que las escenas de La Guerra de las Galaxias no son factibles. En el caso de documentales ‘realistas’ existe el riesgo de que el espectador tome al pie de la letra todo lo que está viendo. Los paleontólogos tratamos de transmitir lo que realmente se conoce del mundo de los dinosaurios y lo que se infiere a partir de los datos disponibles”.
El paleontólogo estadounidense Peter Dodson declara a SINC que aún no ha visto la película Caminando entre dinosaurios, que se estrenó hace seis días en su país. “Tengo tres nietos, pero son muy pequeños aún para llevarlos al cine. Igual cuando sean un poco mayores”, asegura.
Este profesor de la Universidad de Pensilvania (EE UU) asesoró a la BBC durante la elaboración de la serie en la que está basado el filme.
El trabajo documental supuso un giro en las producciones del género ya que, sin perder el rigor paleontológico, añadió ficción tomando a un dinosaurio como protagonista. El British Film Institute lo ha incluido entre los cien mejores programas en la historia de la televisión británica.
Dodson lee guiones y examina las obras para tratar de mantener el más alto grado de exactitud e integridad posible: “A veces nuestros comentarios son bienvenidos, y en otros casos no. Mi papel se centró en lo referente a los dinosaurios con cuernos, aunque para traer animales extintos a la vida hay muchas cosas que desconocemos”.
Cuando se le pregunta al experto Peter Dodson por su filme favorito sobre este género, lo tiene claro. “Para mí la mejor es Parque Jurásico de Steven Spielberg (1993). Fue una gran historia imaginativa aunque, por supuesto, de ficción. Nosotros no tenemos ni podemos reconstruir un dinosaurio o un mamífero extinto recientemente a partir del ADN fósil. Sin embargo, la historia es original y los dinosaurios están reconstruidos de una forma totalmente novedosa, convincente y rompedora. En las siguientes partes de la secuela, las historias son más cojas y predecibles”.
De la misma forma, García Sellés destaca también dos películas que le han marcado profundamente. “Baby, el secreto de la leyenda perdida de Bill Norton (1985), por ser la primera donde aparecían dinosaurios que recuerdo ver. Tan solo tenía cinco años y en seguida supe que de mayor quería ser como Susan o George (los protagonistas), para poder descubrir mundos perdidos”. La segunda, al igual que para Dodson es Parque Jurásico: “A todo el mundo nos impactó ver cobrar vida a los dinosaurios como nunca antes se había visto”.
Otro compañero de profesión, Jesús Marugan, de la Unidad de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid, destaca a SINC cómo su estreno fue especial porque coincidió con el momento de su carrera en el que estaba descubriendo la paleontología, y los dinosaurios en particular. “Fue el toque que faltaba para que me fascinaran esas criaturas”.
Luís Alcalá, director de la Fundación Dinópolis, coincide en destacar la película de Spielberg. “Lamento no ser original al respecto, pero es mi favorita por su tremendo impacto. Promovió que muchos jóvenes quisieran ser paleontólogos y supuso que el trabajo de los que ya eran profesionales encontrasen una mayor receptividad entre la sociedad. Incluso sirvió para promover nuevas instalaciones, como es el caso de Dinópolis o del Museo del Jurásico de Asturias, inimaginables anteriormente”.