"Busque, compare, y si encuentra algo mejor, cómprelo". Este fue uno de los eslóganes más famosos de la publicidad de hace dos décadas. Esta podría ser la regla que seguimos todos a raja tabla en el día a día, en cambio parece ser que no la recordamos lo suficiente. Aunque muchos podemos pensar que nuestros conocimientos nos protegen de algunos mensajes, la verdad es que hemos podido constatar que nos dejamos influir bastante por determinadas modas construidas con muchos colorines pero apoyadas en pocos, y a veces absurdos, argumentos.
La constatación la tuvimos el pasado martes, 22 de febrero, cuando vivimos una nueva sesión del ciclo "Cajón de la Ciènica". La jornada "La ciencia como argumento de venta en la publicidad", coorganizada por la Asociación Catalana de Comunicación Científica (ACCC) y el Observatorio de la Comunicación Científica de la Universidad Pompeu Fabra (OCC-UPF), se detuvo en una de las ciencias más mediáticas: la que se utiliza, o se intenta, en el mundo de la publicidad. ¿Realmente son científicamente rigurosos todos los argumentos que vemos en los spots televisivos?
En concreto, en el auditorio del campus de la comunicación de esta universidad barcelonesa salió a debate si los argumentos científicos que a menudo aprovechan muchos productos de consumo para hacer sus spots son realmente ciertos, es decir, si los mensajes publicitarios se han construido con rigor.
Presentó el debate Vladimir de Semir, profesor de la UPF y director de la OCC, y Cristina Ribas, profesora de esta misma universidad y vicepresidenta de la ACCC, lo moderó. Además, intervinieron Jordi Pérez, decano de la Facultad de Ciencias de la Vida y de la Salud, Helena Calsamiglia, profesora de la universidad, ambos de la UPF, y Joaquim Calaf, director de la agencia de publicidad Contrapunto.
Al analizar el mundo de la publicidad no podemos olvidar que, además de usar un lenguaje concreto, es muy importante el contexto. "Hay que tener en cuenta el sistema económico de mercado. Se trata de vender ", apuntó Helena Calsamiglia. Por su parte, el publicitario Joaquim Calaf, aclaró en que se sustenta el discurso publicitario: "se llama reason to believe: el porqué me lo tengo que creer".