El incendio que ha afectado esta semana al Parque Natural de Fragas do Eume en Galicia, un paraje natural de valor incalculable, sigue activo hoy. Las zonas quemadas nunca volverán a ser lo que fueron. Investigadores y especialistas coinciden en señalar que urge evaluar el daño y evitar que se pierdan para siempre las joyas ecológicas que esconde este bosque.
Fragas do Eume es un ecosistema forestal que ha permanecido relativamente estable durante cientos de miles de años, lo que permite que en el cohabiten especies únicas en el mundo. De hecho, se conoce como el bosque atlántico mejor conservado de Europa y fue declarado Parque Natural en 1997.
“Esta zona tiene un valor incalculable desde el punto de vista biológico. He disfrutado de su naturaleza desde niño y después he aprendido todo su valor al estudiar biología y dedicarme a la investigación”, explica a SINC Andrés Baselga, científico del Departamento de Zoología de la Universidad de Santiago de Compostela, que está “muy impresionado” por el incendio y que lleva años estudiando los coleópteros del parque.
Las hectáreas de Fragas quemadas desde el pasado sábado 31 de marzo constituyen un ecosistema irremplazable una vez que se pierden, ya que albergaban una flora y una fauna que son únicas en el mundo o que existen en muy pocos lugares, como en las localidades aisladas en la costa de la Península Ibérica y las islas macaronésicas.
“Las especies endémicas, como los coleópteros y helechos en este parque, son el resultado de cientos de miles de años de aislamiento de esta masa forestal. Esperemos que algunas poblaciones hayan sobrevivido en las zonas no incendiadas”, asegura Baselga, quien afirma que las zonas quemadas nunca volverán a ser lo que fueron. “Podremos recuperar la masa forestal, pero no el ecosistema completo, ni en cientos de años”.
Es el caso de varios tipos de helechos que solo viven en Fragas do Eume, algunas regiones de Cádiz y las islas macaronésicas, o de coleópteros cuya única localidad conocida es este parque natural. Existe un porcentaje muy elevado de especies endémicas de la Península Ibérica en comparación con las áreas fuera del parque, lo que aumenta su valor desde el punto de vista de la conservación.
También sufren los animales que no pueden escapar del incendio. Es el caso de los anfibios que habitan en este parque por su humedad. “Afortunadamente, dada la sequía previa, es muy probable que muchos se hayan enterrado y puedan haber sobrevivido al fuego”, destaca a SINC Adolfo Cordero, investigador del Grupo ECOEVO de la Universidad de Vigo (UVIGO).
En cuanto a los macroinvertebrados, como insectos y gusanos, “el arrastre del suelo hacia el río tendrá efectos sobre ellos, pero en el Eume esta fauna no es demasiado rica debido a la actividad minera de cabecera”, recalca Cordero.
Aunque la superficie afectada es considerable –según fuentes de la oficina del Parque Natural–, es de esperar que algunas de las poblaciones de las especies endémicas hayan sobrevivido en las partes que no se han quemado. “Si no fuera así, estas especies se habrían extinguido definitivamente, y es esencial comprobarlo cuanto antes”, subraya Baselga.
Para el investigador, existen varias zonas en las que el estrato superficial del suelo se ha quemado y “es probable que las poblaciones de coleópteros endémicos del parque, únicas en el mundo, se hayan perdido para siempre”.
Proteger el suelo, una prioridad
Hasta ahora, las consecuencias son muy difíciles de predecir sin tener datos concretos, tanto de superficie quemada como de nivel de afectación de los árboles, la capa hojarasca –en la que viven las especies endémicas– y la parte superior del suelo.
Pero la intensidad del fuego, el área afectada, la presencia de lluvias intensas y la pérdida de suelo varían en función de la época del año. “El suelo tarda siglos en recuperarse si no llueve intensamente en las próximas semanas. Pero si llueve un poco, la vegetación se recuperará rápidamente”, señala el investigador de la UVIGO, quien indica que muchas de las plantas se recuperan por rebrote si no han muerto con las llamas.
Un incendio que ocurre en primavera tiene la ‘ventaja’ de que las plantas, al estar en crecimiento, pueden aprovechar la fertilidad momentánea provocada por las cenizas. En el caso de los fuegos de finales de verano, la recuperación es más lenta porque en otoño las plantas crecen más despacio. Según Cordero, “lo importante es que no vengan ahora lluvias torrenciales, que serían muy desastrosas”.
La protección del suelo de la erosión, es fundamental también por si algunos ejemplares vegetales y animales han sobrevivido. Para los expertos, a largo plazo es importante recuperar el sistema forestal, preservar los árboles que han podido sobrevivir y esperar que la colonización natural de las zonas recuperadas vaya avanzando. “Este proceso será muy lento, de miles de años, aunque a simple vista el bosque parece similar”, detalla Andrés Baselga.
La otra amenaza: los eucaliptos
Fragas do Eume cuenta con una extensión de más de 9.000 hectáreas, de las cuales 750 se han visto afectadas por el fuego, según fuentes oficiales. Pero no todo el bosque cuenta con especies autóctonas. La invasión de especies exóticas como el eucalipto y las acacias, entre otras, provoca un impacto visual, fragmentación y pérdida de masa forestal.
Además, se ven “muy favorecidas por los incendios”, apunta Cordero, porque las zonas de eucaliptos quemadas producirán una invasión de plántulas de esta especie. Esto provoca un problema grave ya que las poblaciones de eucaliptos ocuparán más extensión que antes del fuego al secar aún más el suelo. “Solo se impedirá con medidas de actuación tendentes a limitar la expansión de los eucaliptos”, zanja el investigador.
Por otro lado, debido a la humedad que caracteriza al parque, es difícil que las especies autóctonas ardan con facilidad, aunque la sequía que sufre Galicia sea acentuada y el incendio haya sido intencionado.
“En cincuenta años, la superficie en Fragas dedicada a los eucaliptos se ha triplicado, lo que ha reducido la conservación y distribución de las especies locales, algunas de ellas ya amenazadas”, advierte Alberto López Teixido, investigador del Área de Biodiversidad y Conservación en la Universidad Rey Juan Carlos, que ha estudiado los daños que provoca esta especie en el parque en un estudio publicado en Journal of Environmental Management.
Para el científico, lo que quedaría por hacer es retirar todos los troncos muertos o ramas caídas y todas las cenizas. “Es un trabajo difícil que recuerda un poco al Prestige, la gente se acerca a la zona afectada a retirar ceniza”, opina López. Ahora los expertos calcularán y evaluarán de forma exhaustiva los daños biológicos y ecológicos. “Si desaparecen algunas de las especies protegidas, el daño será irreparable”.
El principal problema es que se confunden bosques con plantaciones de eucaliptos y pinos. “Sin tantas de estas plantaciones tendríamos menos problemas de incendios”, señala Cordero. La presencia de eucaliptos es como “almacenar paja al lado de una chimenea encendida”. Antes o después salta la chispa y arde. Y así ha sido en uno de los parques más emblemáticos de España.
La latitud de Las Fragas, al sur de Europa, y su altitud, prácticamente al nivel del mar, han permitido que las inestabilidades climáticas –por ejemplo, los periodos glaciares– durante el Pleistoceno, hace entre 1,8 millones y 10.000 años, tuvieran un efecto mínimo en la zona. Además, la peculiar orografía del valle del Eume ha impedido su desaparición por la presión antrópica.
“Esto es lo que ha posibilitado la existencia ininterrumpida de un ecosistema forestal desde el Terciario, la conservación de una enorme biodiversidad y la supervivencia de especies que ya no existen otras regiones de Europa por efecto de los cambios climáticos”, explica el zoólogo Andrés Baselga.