Tomar el café que le despierta cada mañana, conectarse a internet sin necesidad de cables o incluso sobrevivir a disparos gracias a un chaleco, son acciones que serían imposibles de no haber existido las mujeres que contribuyeron a su invención.
En el escenario donde se representa la historia de la ciencia, poco espacio queda reservado para las mujeres. Las dificultades para acceder a la educación, los límites que coartaban sus derechos y el rechazo social hicieron invisibles las huellas que muchas mujeres dejaron al conocimiento científico.
Sin embargo, muchas consiguieron lo imposible pese a su tiempo, crear lo que no estaba inventado: la comunicación a distancia, el lavaplatos, la cafetera, o incluso el Monopoly.
Hedy Lamarr derrumbó una vez más el mito de que las guapas son tontas. Esta judía austriaca, nacida en Viena, destacó desde pequeña por su inteligencia. A los 16 años empezó sus estudios de ingeniería, pero tres años después los abandonó atraída por su vena artística. Fue la primera actriz en protagonizar un desnudo y un orgasmo ante la cámara en Éxtasis (1933) y quien desarrolló la primera versión de la teoría del espectro ensanchado, gracias al cual hoy podemos conectarnos a internet sin cables.
Sus padres arreglaron un matrimonio de conveniencia con un proveedor de municiones, aviones y sistemas de control del régimen nazi y fascista, que sometió a la joven a un estricto control. Hedy calificó esta época, en su novela autobiográfica, como un periodo de esclavitud.
Aprovechó esta época de soledad para continuar con los estudios de ingeniería y ceder al gobierno norteamericano información sobre los detalles de la tecnología armamentísitica que obtenía de los clientes de su marido.
En 1941 desarrolló, junto con el compositor George Antheil, un sistema de comunicaciones por radio que no podía ser interceptado por el enemigo, pues cambiaba constantemente de frecuencia. De esta forma crearon una versión temprana del espectro ensanchado, que se utiliza en diferentes sistemas de telecomunicaciones.
El Día del Inventor se celebra en su honor el 9 de noviembre, fecha de su cumpleaños.
¿Alguien se imagina tener que bajar del coche para limpiar las lunas cuando llueve? La solución la inventó Mary Anderson. En 1903 recibe la patente, aunque no fue hasta 1913 cuando empezó a formar parte del equipamiento de los automóviles americanos. A esta mujer, nacida en Alabama, se le encendió la bombilla durante un viaje en tranvía a Nueva York, cuando observó las dificultades del conductor para mantener los cristales limpios. El invento inicial consistía en una nivela manipulada por el conductor que activaba un brazo mecánico con una lámina de goma.
Lleva el nombre de su inventora, la alemana Melitta Bentz. La mujer nacida en Dresde, harta de tener que colar la bebida para eliminar los posos del café y de lavar las bolsas de lino que antes se utilizaban como filtros, descubrió que si hacía un agujero en un recipiente de latón y lo cubría con un papel obtenía un producto mucho más sabroso. El primer filtro lo fabricó a partir de un cuaderno de su hijo, recortando un redondel de papel, y lo colocó en el fondo del recipiente metálico. Tras verter el agua caliente obtuvo una bebida sin ningún trocito del café molido. A raíz de su descubrimiento, en 1908, desarrolló varios modelos hasta el modelo de filtro que se utiliza hoy.
A la izquierda, fotografía de Melitta Bentz; a la derecha, ejemplar de la cafetera que diseñó. / Wikipedia
Aunque la idea fue patentada en 1850 por Joel Houghton, hubo que esperar más de tres décadas (1886) hasta que Josephine Cochrane diseñara la primera máquina capaz de lavar los platos sucios automáticamente. Esta señora de la alta sociedad tenía miedo de que el servicio rompiera alguna pieza de su valiosa vajilla china, por lo que decidió ponerse manos a la obra y crear un aparato que los limpiara solo. La señora Cochrane ganó el premio al mejor invento de la Feria Universal de Chicago en 1893 y tuvo un buen recibimiento por parte de restaurantes y hoteles.
Josephine Cochrane usando el lavaplatos que diseñó. / Wikipedia
La primera jeringa médica que podía utilizarse con una sola mano fue inventada por Letitia Geer en 1899, culminando los intentos que se iniciaron desde el siglo IX. Además, fue la primera jeringuilla que contenía partes de vidrio.
Hasta que la estadounidense Marion Donovan ingenió los pañales desechables, se utilizaban paños de tela que había que lavar y esterilizar constantemente, además de mojar la ropa y las sábanas de la cuna. En 1946 esta mujer, nacida en Indiana, ideó un pañal a partir de una cortina de ducha y de un relleno absorbente que no provocaba escozor a los bebés y que los protegía de la humedad. Durante las siguientes décadas desarrolló el modelo hasta hacerlo completamente desechable. Vendió la patente por dos millones de dólares.
Grace Hopper es conocida por ser quien enseñó a hablar a los ordenadores. Esta neoyorquina decidió alistarse en la Armada de los Estados Unidos en plena segunda guerra mundial y llegó a ser una pionera de las ciencias de la computación. En 1952 patentó el primer compilador, un programa que traduce las instrucciones con palabras en inglés al lenguaje de un ordenador. Además, trabajó como programadora en el Mark I, la primera computadora a gran escala de EE.UU y es considerada como la creadora de COBOL (Common Business Oriented Lenguage), el primer lenguaje universal de programación.
Grace Hopper en la estación de control de la UNIVAC I. / Wikipedia
La industria alimentaria sufrió una revolución en pleno siglo XIX tras el invento del enlatado al vacío de Amanda Theodosia Jones. La estadounidense consiguió eliminar el aire de los botes movida por el afán de conservar de mejor manera la fruta.
Este juego fue creado en 1904 por Elizabeth Magie, del estado de Georgia, con la intención de alertar a la población sobre los peligros que suponían los monopolios. Lo bautizó como The Landlord’s Game, y aunque se distribuyó rápidamente por EE UU, la autora perdió el control de su producto y no gozó de ningún beneficio. Años más tarde, Charles Darrow, un hombre arruinado tras la crisis del 29, patentó su propia versión de este juego, tan solo cambiando algunas reglas y llamándole Monopoly.
Tablero del juego The Landlord’s Game, creado por Elizabeth Magie. / Wikipedia
Un pintor nunca corrige sus errores borrando, sino que pinta encima de ellos. Es lo que pensó Bette Nesmith Graham, una mecanógrafa y artista comercial estadounidense que decidió verter un poco de pintura de agua en una botellita y llevárselo a su oficina junto a un pincel para corregir las erratas de la máquina de escribir. Así fue como, sin darse cuenta, inventó lo que hoy conocemos como típex, aunque ella lo bautizara en 1956 como Mistake Out –fuera errores, en español–. IBM rechazó comprarle su invento y lo comenzó a vender en casa con el nombre Liquid Paper.
A la izquierda, Bette Nesmith Graham con su hijo Michael; a la derecha productos de Liquid Paper en el Museo de la Mujer en Dallas, EE.UU. / Wikipedia
Quién le iba a decir a Stephanie Kwolek que gracias a ella se evitarían miles de muertes. Esta mujer, que desde niña mostró un gran interés por la medicina y la ciencia, ingenió en 1964 un material finísimo pero cinco veces más resistente que el acero, el kevlar. A raíz de su invención, el material fue y sigue siendo utilizado en infinidad de objetos, desde chalecos antibalas y trajes de bomberos hasta velas de barcos y raquetas de tenis.
Ángela Ruiz Robles fue una maestra española que entregó su vida a la educación y a la alfabetización de España. En 1949 patentó lo que sería el antecesor de los libros electrónicos, una enciclopedia mecánica destinada a facilitar el aprendizaje con un modelo más interactivo. Este artilugio se abría al igual que un libro y en su interior se encontraban distintos carretes correspondientes a las diferentes materias, además de abecedarios mecánicos de varios idiomas con los que se podían formar escritos. Este libro era capaz de iluminarse, emitir sonidos y hacer zoom sobre los textos.
Ángela Ruiz Robles con su Enciclopedia Mecánica. / Wikipedia