El caparazón del cangrejo rojo americano contiene un 10 por ciento de quitina, el segundo polímero más abundante en la naturaleza después de la celulosa. A partir de la quitina se puede obtener quitosano, una sustancia que se utiliza en multitud de campos como la cosmética, el tratamiento de aguas, el transporte de fármacos o el tratamiento de la obesidad.
Un equipo de investigación de las Facultades de Química y Farmacia de la Universidad de Sevilla trabaja en un Proyecto Motriz de Excelencia de la Junta de Andalucía cuyo objetivo es obtener sustancias de alto valor añadido a partir de residuos industriales agroalimentarios, en concreto, del caparazón del cangrejo rojo de las marismas del Guadalquivir.
A partir de la quitina que se encuentra en el esqueleto de este crustáceo, los investigadores generan quitosano, un polímero biocompatible y biodegradable que posee gran cantidad de aplicaciones comerciales y biomédicas y cuyo precio en el mercado supera los 450 euros por 500 gramos.
El cangrejo de río americano (Procambarus clarkii) se introdujo en los años 70 en las Marismas del Guadalquivir desde Louisiana, EEUU. Esta introducción provocó numerosos problemas de tipo ecológico y económico al tiempo que puso en una situación de riesgo al cangrejo autóctono. No obstante, gracias a que se trata de una especie muy prolífica, este crustáceo trajo consigo el florecimiento de la industria agroalimentaria derivada del cangrejo rojo en las poblaciones adyacentes al Guadalquivir -con la consiguiente generación de residuo.
"Esta línea de investigación, pionera en Andalucía, surge como solución a los problemas económicos y medioambientales que genera esta especie invasora en la comarca, por un lado para el sector arrocero de la marisma y por otro, por la gran cantidad de residuos generados por las empresas que tratan de lograr un aprovechamiento con la comercialización de su carne", asegura la directora del grupo de investigación, Francisca Cabrera Escribano.
Esta iniciativa pretende, además de paliar el problema medioambiental de estos residuos, favorecer el aumento del empleo en el sector de la industria cangrejera. Se calcula que de 200 gramos de caparazón seco de cangrejo rojo se obtienen unos cincuenta gramos de quitosano, con un coste de producción de sólo 2,38 euros. “Se trata además, de producir derivados de quitosano a la carta en función de la aplicación deseada, de la manera más rentable posible y de la forma más sencilla y ecológica”, señala la investigadora.
De manera complementaria, el grupo de la Universidad de Sevilla trabaja ya con un equipo de Tánger (Marruecos) en un proyecto dirigido a preservar la especie y dar valor añadido a plantas autóctonas como el laurel, gracias al aprovechamiento del quitosano generado a partir de la cáscara de la gamba.