Bacterias probióticas contra la mastitis humana

Un grupo de investigación de la Universidad Complutense de Madrid ha publicado recientemente los resultados de un ensayo clínico en el que se confirma la eficacia de dos lactobacilos aislados de la leche humana para el tratamiento de las mastitis asociadas a la lactancia.

Bacterias probióticas contra la mastitis humana
Fig.: Imagen de microscopio óptico en la que se aprecia la abundancia de bacterias (flechas negras) y células somáticas (flechas blancas) en una muestra de leche obtenida de una mujer aquejada de mastitis. Foto: Irene Espinosa y Esther Jiménez.

Mastitis, el “lado oscuro” de la lactancia

Hasta un treinta por ciento de las mujeres que deciden amamantar a sus bebés sufren mastitis, una infección de la mama que provoca su inflamación y fuertes dolores. Un grupo de investigación del Departamento de Nutrición, Bromatología y Tecnología de los Alimentos de la Facultad de Veterinaria de la UCM ha confirmado el éxito de una terapia con lactobacilos aislados de la propia leche humana. Juan Miguel Rodríguez Gómez, coordinador de la investigación, explica así la naturaleza de esta enfermedad: "La mastitis se produce básicamente por una alteración del tipo de microorganismos que hay en la glándula mamaria. Al final del embarazo y durante la lactancia se forma una microbiota mamaria caracterizada por una gran diversidad bacteriana y una concentración moderada; esta comunidad bacteriana es importante ya que juega papeles beneficiosos para el lactante. Sin embargo, diversos factores alteran esta situación, provocando el predominio de unas pocas especies, fundamentalmente estafilococos y estreptococos, a unas concentraciones mucho más elevadas de lo normal. El resultado es la inflamación del epitelio mamario y la obstrucción de los conductos galactóforos; en otras palabras, se forma la mastitis".

El problema del tratamiento radica en que gran parte de los agentes causantes de mastitis son resistentes a los antibióticos que se suelen utilizar en la práctica clínica. En tal situación, las mujeres afectadas sólo tienen dos opciones, o aguantar el dolor, o abandonar la lactancia. Esta enfermedad, de hecho, constituye la primera causa médica de abandono precoz de la lactancia materna.

Probióticos para restablecer el equilibrio microbiano en la glándula mamaria

Hace dos años, el grupo de investigación desarrolló un método alternativo para el tratamiento de esta patología, basado en la administración oral de dos lactobacilos probióticos que previamente habían aislado de la leche humana. El experimento, que se llevó a cabo en veinte mujeres, a las que se dio o bien el preparado, o bien un excipiente que funcionara como placebo, fue todo un éxito: todas las afectadas que tomaron los probióticos mejoraron rápidamente en un periodo de entre cinco y siete días, al contrario que aquellas que sólo tomaron el placebo.

La eficacia mostrada por los lactobacilos impulsó al equipo dirigido por el Dr. Juan Miguel Rodríguez a realizar un ensayo clínico para comparar la efectividad de los probióticos frente a los antibióticos que se prescriben normalmente para el tratamiento de las mastitis infecciosas durante la lactancia. Los resultados obtenidos se han publicado recientemente en una de las revistas más prestigiosas en su campo: Clinical Infectious Diseases. En el ensayo participaron 352 mujeres aquejadas de mastitis, que se distribuyeron aleatoriamente en tres grupos. Las mujeres asignadas a los dos grupos con tratamiento probiótico A (n = 124) y B (n = 127) tomaron diariamente durante 3 semanas una dosis de 109 ufc de Lactobacillus fermentum CECT5716 o L. salivarius CECT5713, respectivamente. Estas dos cepas de lactobacilos procedentes de la leche materna se seleccionaron en base a su origen, seguridad y propiedades antiinfecciosas e inmunomoduladoras; además, han sido caracterizadas exhaustivamente y ya se dispone de la secuencia de su genoma completo. El tercer grupo (n = 101) recibió el antibiótico prescrito en su centro de salud (amoxicilina con ácido clavulánico, amoxicilina, cotrimoxazol, cloxacilina o eritromicina). Antes de iniciar el tratamiento, el recuento de bacterias en la leche de todas las participantes fue similar (entre 4,35 y 4,47 log10 ufc/ml), siendo Staphylococcus epidermidis, S. aureus y Streptococcus mitis las especies predominantes. No se detectaron lactobacilos en ninguna de las muestras. Los síntomas clínicos se evaluaron con una escala arbitraria entre 0 (muy doloroso) y 10 (sin dolor) y la puntuación inicial de todas las mujeres osciló entre 2,01 y 2,35.

Al cabo de las tres semanas que duró el estudio, el recuento de bacterias en la leche de los grupos con tratamiento probiótico no difería de lo que se encuentra habitualmente en las mujeres sanas (entre 2,61 y 2,33 log10 ufc/ml) y era significativamente inferior al del grupo antibiótico (3,28 log10 ufc/ml, p<0,001). Asimismo, en la leche del 53,8% de las mujeres que habían tomado probiótico pudo aislarse el lactobacilo que se les había administrado. En cuanto a los síntomas clínicos, las mujeres de los grupos a los que se habían administrado probióticos mejoraron notablemente (puntuación final entre 8,61 y 8,68) en comparación con las del grupo con tratamiento antibiótico (5,81, p<0,001). Además, algunas mujeres de este último grupo no mejoraron y otras se sentían peor o continuaban teniendo un dolor intenso; de hecho, nueve de ellas abandonaron la lactancia. Cabe destacar que el tratamiento con antibiótico dio lugar a un mayor porcentaje (30,7%) de recurrencias que el tratamiento con probióticos (8,8%). Nueve de las mujeres tratadas con antibiótico desarrollaron candidiasis vaginal, un hecho que no se observó en ninguna de las mujeres a las que se les administró los lactobacilos.

A la vista de los resultados obtenidos, el Dr. Juan Miguel Rodríguez está convencido de que L. salivarius CECT5713 y L. fermentum CECT5716 son una prometedora alternativa a los antibióticos en el tratamiento de las mastitis lactacionales. Por ello, su grupo de investigación continúa trabajando para desentrañar el mecanismo responsable de los efectos observados.

Fuente: Universidad Complutense de Madrid
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