Una combinación de datos de individuos antiguos y modernos de la población del Ártico norteamericano ha aportado uno de los retratos más claros de la historia de dicha región, la última de las Américas en ser poblada.
Hasta la fecha, los orígenes de la población de esta región, dura y glacial, era difícil de aclarar. Los científicos debatían quienes fueron los primeros en llegar y cómo estaban relacionadas las diferentes culturas. Esta última cuestión solo podía ser abordada a través de comparaciones de estilos de artefactos o utensilios, pero ahora, el equipo internacional que publica el estudio en la revista Science, aporta datos genéticos que dilucidan mejor su historia.
Para ello, recogieron huesos, dientes y cabello de más de 150 humanos antiguos de Siberia ártica, Alaska, Canadá y Groenlandia, y analizaron su ADN mitocondrial. Establecieron que los primeros habitantes podrían haber llegado hace 6.000 años, por el estrecho de Bering desde Siberia. Asimismo, representan dos migraciones: paleoesquimales –que aparecieron primero y desarrollaron culturas arqueológicas variadas– y neoesquimales, que aparecieron casi 4.000 años más tarde.
Para lograr comparaciones entre estas antiguas poblaciones y los grupos modernos, secuenciaron los genomas de siete individuos vivos de esa zona. Sus análisis sugieren que la llegada de paleoesquimales a Norteamérica estuvo separada de los eventos de migración que dieron lugar a los indígenas de EE UU y a los inuit. Además, mientras que estudios previos no habían sido capaces de resolver si las distintas poblaciones paleoesquimales tenían el mismo origen ancestral, los hallazgos de este grupo de científicos sugieren que compartieron un ancestro siberiano común.