Nuestro patrimonio histórico explica nuestro pasado. Es un recurso cultural de primer orden y, por tanto, también turístico y de ocio. Para llevar a cabo la recuperación, conservación y gestión de este bien común, es imprescindible una financiación estable de los equipos de investigación, señala la catedrática Sonia Gutiérre, que ha dirigido diversos proyectos de I+D+i centrados en la Antigüedad Tardía y el Medievo.
¿Sus líneas de investigación se han visto afectadas por la situación económica?
Sí, por supuesto. Salvo un proyecto que llevamos a cabo en La Vila Joiosa que continuará gracias a una beca de iniciación a la investigación dirigida al alumnado que concede nuestra universidad, está pendiente de inaugurar el Centro de Interpretación del Parque Arqueológico El Tolmo de Minateda en Hellín (Albacete) y el proyecto sobre el conjunto arqueológico islámico del Castellar d’Elx lleva dos años parado. Las excavaciones en el extranjero, entre ellas algunos proyectos dirigidos por colegas de esta universidad, también han sufrido un duro revés. Sin embargo, más allá de los proyectos concretos, el principal problema que afecta a la investigación arqueológica española es la continuidad de las líneas de investigación y la estabilidad de los grupos de investigación.
¿Y está falta de estabilidad qué consecuencias está teniendo?
Por el tipo de conocimiento con el que trabajamos, estamos a caballo entre las humanidades y las ciencias. El carácter transversal de nuestra disciplina exige la formación de investigadores en diferentes ámbitos de conocimientos –que sean excelentes historiadores, que sepan de fauna, botánica, química, antropología, edafología, arqueometría, etc.– y esto resulta imposible sin una financiación estable. Los futuros doctorandos lo tienen realmente difícil. Por eso presenciamos, como en tantas otras disciplinas, un trasvase importante de jóvenes preparados a otros países porque aquí no tienen futuro; eso me parece muy triste.
¿Cómo van a afectar esos recortes a la sociedad?
Si hay algo que despierte el interés y la curiosidad social es el pasado y no me refiero únicamente al pasado remoto. El pasado se evidencia o se percibe muchas veces a partir de su materialidad inmediata. Basta señalar lo importante que es para un pueblo su castillo, su ermita, sus molinos, incluso su paisaje, que también es un vestigio material. Ese pasado se pierde a pasos agigantados sin ser conscientes de su contribución al bienestar de la población, no hay más que ver cómo nos desplazamos a las montañas nevadas para admirar el paisaje y sus terrazas de cultivo. Nos sentimos identificados con ese patrimonio y lo valoramos, por eso es necesario desarrollar una buena investigación para evitar los mitos y falsificaciones. Hay que transmitir conocimiento serio y riguroso sobre el pasado y a la vez conservar esos elementos que forman parte de la memoria colectiva para que se puedan comprender y disfrutar.
La arqueología es una disciplina histórica, somos historiadores especializados en vestigios materiales. Las fuentes materiales tienen la peculiaridad de que la investigación histórica sobre ellas no solo produce conocimiento, sino que además genera un patrimonio material que es necesario tutelar. El reto en la actualidad es devolver a la sociedad esa inversión en forma de bien colectivo.
¿En momentos como el que vivimos cree que las humanidades se consideran prescindibles?
A pesar del interés social, la arqueología española está sufriendo duramente las consecuencias de la crisis, igual que el resto de la investigación. Me preocupa especialmente no solo su futuro, sino el de todas las ramas del pensamiento humanístico que no generan aplicaciones técnicas. No obstante, es esencial fomentarlas porque son fundamentales para la construcción del pensamiento crítico y la base para el debate ético sobre la correcta aplicación de los avances científicos y tecnológicos.
Ha citado varios proyectos de I+D, ¿en qué consisten?
El proyecto más emblemático en el que trabajamos es la creación del Parque Arqueológico El Tolmo de Minateda, el parque de referencia de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en la provincia de Albacete y donde la Universidad de Alicante en colaboración con el Museo de Albacete ha desarrollado a lo largo de veinte años diferentes proyectos de investigación. La iniciativa también contempla la puesta en valor y difusión del yacimiento para el público. En ese sentido, hemos preparado los contenidos de un centro de interpretación que está pendiente de inaugurar.
El valor histórico de este yacimiento reside en la compleja secuencia histórica que presenta, desde la Prehistoria, prácticamente el Neolítico, hasta la época contemporánea. Ha vivido, además, varios momentos estelares: fue la primera sede episcopal altomedieval de Albacete y una de las ciudades que aparece mencionada en la documentación más temprana sobre al-Ándalus.
También están investigando sobre Alta Edad Media...
Sí también estoy dedicada a la investigación sobre la Alta Edad Media en el yacimiento universitario de La Alcudia en el entorno de Elche. Este yacimiento es un laboratorio de investigación de la UA y que yo sepa se trata de una iniciativa única entre las universidades españolas. Los descubrimientos los contrastamos con el Castellar de Elche, un yacimiento islámico de época temprana situado cerca de la ciudad. Por tanto, intentamos restituir los pulsos históricos de la formación de la ciudad de Elche a través de sus vestigios arqueológicos. Aunque ahora está parado, el proyecto del Castellar ha dado muy buenos resultados y se realiza en colaboración con el Museo Arqueológico Provincial de Alicante.
¿Dependen únicamente de fondos públicos o colaboran también con el sector privado?
El objeto material de nuestro trabajo -los testimonios exhumados- no tiene valor de cambio. No se pueden vender ni comprar, su comercio es ilegal, por eso la aportación de fondos por parte del sector privado no tiene el interés de un retorno monetario directo. La inversión privada solo puede tener carácter de mecenazgo y, en este sentido, la Fundación Universitaria de la Alcudia es un buen ejemplo. En nuestro caso, el retorno económico de la inversión es esa lluvia fina que permite que la sociedad se cultive. No obstante, las exigencias marcadas por la legislación nacional y autonómica sobre el patrimonio histórico han generado lo que se conoce como arqueología preventiva, desarrollada generalmente por profesionales liberales, formados en esta y otras universidades, que está produciendo un volumen de información científica relevante que no siempre alcanza la difusión que merece. Es en este punto donde la Universidad debe entroncar con el sector privado generando las sinergias que permitan revertir a la sociedad lo que le pertenece.
La Universidad de Alicante fue pionera al crear un máster en arqueología.
Así es creó en 2007 un máster universitario en Arqueología Profesional y Gestión Integral del Patrimonio para formar en el ejercicio libre de la profesión. En este sentido, a través de unos planes de estudio vanguardistas, mi institución decidió proyectar una imagen de la arqueología mucho más moderna que otras universidades con más tradición. La UA fue pionera a la hora de entender que la arqueología no solo era el estudio de los monumentos de la antigüedad sino que debía incluir los vestigios de todos los periodos históricos, y que era necesario formar profesionales con conocimientos transversales, capaces de abordar la gestión integral de proyectos arqueológicos, museográficos y de puesta en valor patrimonial, ya sean prehistóricos, romanos o de la revolución industrial.
¿Cuáles son sus siguientes retos?
Estoy muy ilusionada con un proyecto internacional que hemos iniciado con el Institut National des Recherches Archéologiques Préventives (INRAP) del Ministère de la Culture de Francia. Como he comentado, la arqueología preventiva es la que se genera por las necesidades de la actividad constructiva, como la planificación de una autopista, por ejemplo, y no por la agenda del profesor investigador. Este instituto contactó con la Universidad de Alicante para hacer un estudio de unos barcos hundidos en la costa de Provenza de época califal del siglo X que provienen de la Península Ibérica. Estudiaremos los barcos, el tipo de cargamento que transportaban, su procedencia, los materiales empleados…También nos acaban de conceder un proyecto de I+D+i del Plan Nacional para trabajar en la lectura arqueológica del espacio social, es decir, las distintas formas de expresión de los espacios construidos.